Bangladesh, Egipto, Túnez, Marruecos, Colombia, India y Kosovo son los países certificados como seguros por el Consejo de Europa reunido ayer en Bruselas. Las cifras son claras: desde la Primavera Árabe de 2011, cuando nos vimos implicados en el error estratégico más grave de Italia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el bombardeo del régimen de Gadafi en Libia, 1.171.982 personas han desembarcado en Italia hasta mediados de 2024. La flota de las ONG trajo nada menos que 208.988 personas. Las tres primeras nacionalidades eran de Túnez, Bangladesh y Egipto. Este año, los inmigrantes ilegales de Bangladesh superaron a todos con 19.479 llegadas. En Dhaka, tras el derrocamiento de un Primer Ministro corrupto, reina el premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, que ciertamente no es un dictador sediento de sangre. En Egipto, el responsable es el ex general Abdel Fattah al-Sisi, que quizá no sea un amante, pero que acoge tranquilamente en su país a 8,7 millones de turistas (un 24% más en el primer semestre).
En 2024, más de 800.000 italianos no habrían ido a Sharm el-Sheikh ni a ver las pirámides si no se hubieran sentido seguros.
Túnez es la única nación que salió con menos huesos rotos de la Primavera Árabe, pero a pesar de la centralización de poderes del presidente Kais Saied, no ha abandonado el camino hacia una democracia frágil. India es la democracia más grande del mundo en términos de población, Colombia seguirá influenciada por los narcotraficantes, pero votarán como cualquier país normal. Incluso logramos que Kosovo fuera independiente bombardeando a los serbios. Los habitantes, especialmente los jóvenes, van en busca del ilusorio El Dorado europeo y no porque sean víctimas del gobierno. Obviamente, si queremos ser quisquillosos, ninguno de estos países puede considerarse 100% seguro, pero eso no significa que todos estén huyendo de la violencia, la represión y la tortura.
La gran mayoría son inmigrantes económicos, que no tendrían derecho a entrar en Italia sin documentos por la ruta marítima ilegal o por la ruta terrestre de los Balcanes operada por traficantes de personas.