diciembre 10, 2025
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El metal tiene memoria. Y el de los altos hornos Thyssenkrupp de Duisburgo es pesado, formado por décadas de prosperidad, pero más recientemente de rápidas renovaciones y dudas.

El martes 9 de diciembre, de madrugada, llegó el anuncio aparentemente paradójico: 465 millones de euros de beneficio neto para el ejercicio 2024-2025. Una vuelta a las cifras verdes tras dos años de pérdidas, que podría haber sonado como prueba de que el plan de recuperación de Miguel Ángel López Borrego, el consejero delegado que llegó en medio de una tormenta, por fin estaba dando sus frutos.

Excepto que esta mejora se debe casi en su totalidad a efectos contables y desinversiones puntuales y no a una recuperación duradera del negocio principal. La realidad es mucho más brutal, como se anuncia en la misma frase: para el presente ejercicio, el grupo espera volver a caer en números rojos, con una pérdida estimada de entre 400 y 800 millones de euros. Se alega que esta brecha presupuestaria es el precio de la supervivencia, incluida una provisión masiva para reestructurar la famosa rama de acero, el histórico pero ahora enfermo pulmón de Thyssenkrupp.