diciembre 9, 2025
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La carrera hacia una revisión inclusiva de las tradiciones navideñas parece no tener tregua. Y, rápidamente, es el pesebre el que paga el precio: símbolo cristiano por excelencia, ahora objeto privilegiado de experimentos ideológicos que poco tienen que ver con la devoción. Este año, desde Europa hasta Estados Unidos, el fenómeno ha alcanzado cotas difíciles de imaginar.

Uno de los casos más llamativos procede del corazón de la Unión Europea, en Bruselas, donde ha aparecido una guardería en la Grand Place, que calificar de excéntrica es quedarse corto. La instalación presenta al Niño Jesús, José y una María sin rostro, ensamblados con mosaicos de telas de diferentes colores. ¿El objetivo? Representar “todos los tonos de piel” para permitir que todos “se vean reflejados”. Muchos en las redes sociales han señalado cómo la elección de eliminar rostros recuerda mucho a la rígida prohibición iconográfica presente en la ley Sharia. “Por el momento Giuseppe sólo tiene una esposa. El burka será para el año que viene”, bromean algunos internautas.

Por si fuera poco, durante la noche del sábado al domingo aparecieron las palabras “Palestina libre”, dibujadas por los habituales matones pro-PAL que tuvieron a bien destrozar la carpa “inclusiva” del Nacimiento. La administración ya ha tomado medidas para borrar los grafitis y ha prometido más controles, esperando que, al menos hasta el día de Reyes, la guardería no se convierta en escenario de nuevas quejas.

Al otro lado del Atlántico, sin embargo, la guardería se ha convertido en una forma de expresar posiciones políticas contra Trump. En Chicago, la iglesia de Lake Street instaló un belén inspirado en las redadas del ICE, la agencia federal de inmigración. La escena es un manifiesto: María con una máscara antigás, el Niño Jesús con las manos atadas con los ojos vendados, acostado sobre una manta térmica, mientras centuriones modernos vigilan a su alrededor, equipados con gafas negras y chalecos verdes con la inscripción “Hielo”. Según la Iglesia, la representación pretende crear un paralelo entre la Sagrada Familia y las familias inmigrantes detenidas. “Esta no es una instalación discreta porque la crisis no es abstracta”, se lee en el comunicado de prensa. El mensaje es claro: la guardería como teatro de denuncia política.

Ya sea en Bruselas o en una iglesia progresista en Illinois, el hilo común es el mismo: una tradición cristiana centrada en mensajes de identidad. Para ser claros, esto no es nada nuevo.

Pero la radicalidad de ciertas elecciones plantea una pregunta: ¿dónde termina el arte y comienza el forzamiento ideológico? Convertir un belén en un cartel de despertar o una protesta contra Trump dice mucho más sobre nosotros que sobre la Navidad misma.

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