diciembre 9, 2025
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La nueva estrategia de seguridad de Trump no sólo concierne a Europa, sino también a los propios Estados Unidos. El rumbo estadounidense podría destrozar ideológicamente el sistema de alianzas occidentales, con consecuencias impredecibles para la superpotencia.

El destacado historiador británico Timothy Garton Ash probablemente lo haya advertido más claramente en los últimos días. La nueva “Estrategia de Seguridad Nacional” (NSS) de los Estados Unidos, de aproximadamente 30 páginas, fue descrita en el “Wall Street Journal” como “la última llamada de atención para Europa”.

El continente se encuentra en una situación excepcional, afirmó Garton Ash. “Objetivamente, Estados Unidos sigue siendo un aliado de Europa, pero subjetivamente –al menos bajo la administración Trump y según muchos europeos– ya no nos vemos así”.

En un artículo invitado en el periódico británico “Guardian” describió la primera consecuencia grave: “Sólo Europa puede salvar a Ucrania de Putin y Trump”. La pregunta crucial ahora es si está preparado para ello.

Pero la “estrategia de seguridad nacional” de la administración Trump está teniendo un impacto violento no sólo en Europa, sino también en los propios Estados Unidos. Si bien el explosivo documento alarma a los verdaderos aliados, pone de relieve un debate latente desde hace mucho tiempo en casa sobre el papel que Estados Unidos debería desempeñar en el mundo en el futuro. En particular, se trata de hasta dónde llegará la administración Trump simplemente para reinterpretar alianzas tradicionales como la OTAN.

Para los demócratas, la nueva estrategia representa una clara ruptura con el consenso en política exterior que se ha cultivado entre los partidos de Estados Unidos durante décadas. La senadora Jeanne Shaheen, por ejemplo, advirtió que la NSS se basaba en la “falsa suposición de que Estados Unidos debe retirarse del mundo para proteger a su gente en casa”.

Enfatizó que Estados Unidos es más fuerte “cuando utilizamos nuestras alianzas, nuestros recursos diplomáticos y nuestra influencia para promover los intereses y valores nacionales de Estados Unidos”. El documento está “lleno de contradicciones”. Acusó a la administración Trump de alentar “los partidos políticos de extrema derecha y prorrusos en Europa”. En la Cámara de Representantes, el experto demócrata en política exterior Jason Crow criticó la estrategia como “devastadora para la posición de Estados Unidos en el mundo” porque representaría una “retirada de nuestras alianzas y asociaciones”.

Los republicanos se expresan con mayor cautela, pero no sin desacuerdos evidentes. Los medios de comunicación estadounidenses informan desde hace semanas que entre varios parlamentarios está aumentando el descontento con la orientación de la Casa Blanca en materia de política de seguridad. Esto es especialmente cierto en el caso de las acciones poco transparentes del gobierno de Trump en Venezuela. Al menos para los representantes restantes de un partido que se ha caracterizado por un pensamiento internacionalista durante décadas, la nueva estrategia representa un paso más en una confrontación ideológica interna.

Algunos think tanks conservadores –en particular el American Enterprise Institute (AEI)– ven la estrategia de seguridad nacional como al menos una reorganización explícita de prioridades: la atención se centra ahora en la seguridad de las cadenas de suministro, la política económica y el hemisferio occidental en lugar de innumerables compromisos globales. Los analistas de la AEI describen el documento como una promoción de intereses nacionales “prácticos” en lugar de misiones idealistas. Los autores libertarios del “Instituto Cato” también consideran dignos de elogio los aspectos que reducen las medidas intervencionistas.

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