diciembre 10, 2025
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Mientras Siria celebra el primer año de la caída de Bashar al-Assad, la capital del país, Damasco, intenta olvidar estos largos años de dictadura. Pero con el ascenso de los islamistas al poder, los residentes temen algunas restricciones a las libertades.

Este texto corresponde a parte de la transcripción del informe anterior. Haz clic en el vídeo para verlo completo.

La vida en rosa de Edith Piaf, cantada por Ichtar, un joven sirio. En la antigua ciudad de Damasco, una sala de conciertos improvisada donde el público enloquece, las mujeres bailan libremente. Los años de la dictadura de Assad parecen lejanos. “Durante mucho tiempo tuvimos miedo de hacer cosas, miedo de la libertad, miedo de cantar en cualquier lugar. Posteriormente, algunos bares y restaurantes tuvieron que cerrar debido a la inestabilidad del país. Pero gracias a Dios las cosas están mejor ahora. El edificio donde estamos ha reabierto y puedo trabajar.“, dice el cantante.

Un año después de la caída de Bashar al-Assad, los vestigios del antiguo régimen están desapareciendo uno a uno. En las paredes de la capital todavía se pueden encontrar fragmentos de carteles con la imagen del padre y el hijo de Assad. Una familia que gobernó durante más de 50 años. Una página feroz en la historia del país que los sirios quieren olvidar. En las cafeterías hablamos de una nueva era. “Damasco ha demostrado en los últimos meses que nadie puede soportarlo. Pertenece a todos los sirios. La ciudad es un modelo de convivencia, cultura y humanidad. Independientemente de las diferencias de opinión, nuestro capital finalmente prevalecerá debido a su diversidad.“, afirma Maamoun al-Homsi, un político sirio.

En la Siria actual, las nuevas autoridades dicen que quieren respetar las libertades y las minorías étnicas y religiosas, a diferencia del clan Assad. Esta exposición evoca la revolución siria que provocó la caída del dictador. Abdel es estudiante. Hoy se considera más libre que antes, pero le preocupan algunas restricciones, ejercidas en particular por las patrullas de seguridad formadas por ex yihadistas. “Los hombres entraron fumando cigarrillos. Les dije que aquí no se podía fumar. Me miraron y me dijeron que estaba vestida indecentemente porque no llevaba ropa islámica.“, testifica el estudiante.

En el último año desde que Ahmed al-Charaa llegó al poder no se ha promulgado ninguna ley islámica. Desde entonces ya no viste uniforme, sino chaqueta y corbata. Ha recibido el apoyo de la comunidad internacional que, a cambio de ayuda para la reconstrucción, exige que Siria avance y sea pacífica.



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