diciembre 9, 2025
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La ley del 9 de diciembre de 1905 constituye sin duda un momento culminante de la cuestión secular en Francia. Pero éste no es un punto de partida importante. En cuanto a la escuela, le precedió Jules Ferry quien, en la década de 1880, logró una triple secularización de los programas, los locales y el personal.

A continuación, el Ministro ilustró esta evolución a lo largo del tiempo. “La neutralidad religiosa de la escuela, dijo a la Cámara de Diputados el 23 de diciembre de 1880: A mis ojos, y a los ojos del gobierno, es la secularización del poder civil y de todas las instituciones sociales lo que constituye el régimen bajo el cual hemos vivido desde 1789. (…) Hoy sólo obedecemos la lógica de este gran movimiento pidiéndoles que secularicen las escuelas. »

La secularización de los programas se puede ver en lo que se ha puesto de relieve en los planes de estudio de la escuela primaria: “instrucción moral y religiosa” en la ley Guizot de 1833, luego en la ley Falloux de 1850; “educación moral y cívica” en la ley Ferry del 28 de marzo de 1882. La secularización de los locales escolares municipales se concretó con la abolición de la presencia de crucifijos en las aulas. La secularización del personal fue establecida por la Ley Goblet de 1886: los profesores congregacionales de las escuelas públicas deben ser sustituidos en un plazo máximo de cinco años por profesores seculares, profesores congregacionales a medida que sus puestos queden vacantes.

Pero es importante aclarar qué estaba fundamentalmente en juego para los líderes republicanos al comienzo del IIIY República triunfante. De nuevo Jules Ferry fue explícito en su discurso ante el Senado el 10 de junio de 1881: “Siempre he pensado que la labor del gobierno de la República no es obra de sectarios, que no tenemos ni el deber ni el derecho de perseguir las conciencias y que actuando de esta manera faltaríamos a nuestro primer deber”. Y para continuar: “Nacimos para defender los derechos del Estado frente a un cierto catolicismo, muy diferente del catolicismo religioso, al que llamaré “catolicismo político”. En cuanto al catolicismo religioso, (…) él tiene derecho a nuestra protección (…). Sí, queríamos la lucha anticlerical, pero nunca, jamás, la lucha antireligiosa. »

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