Francesca Musacchio
Preocuparse. Éste es el sentimiento que domina el aparato de seguridad europeo durante las vacaciones de Navidad. Un hilo conductor que une capitales y localidades de tamaño medio, en un continente que llega a la temporada de mercadillos y conciertos en la plaza con el nivel de alerta más alto en años. Lo que importa no es sólo el recuerdo de atentados pasados (Berlín 2016, Estrasburgo 2018, Magdeburgo 2024), sino también la polarización generada por la guerra entre Israel y Hamás. Por tanto, Europa intenta defender la normalidad de las luces y los eventos públicos con medidas cada vez más perimétricas. Pero la seguridad y el ambiente navideño sólo coexisten mientras exista un sistema permanente, compuesto por vigilancia visible e invisible, controles estrictos y un público invitado a vigilar activamente.

En este contexto, Italia mantiene el más alto nivel de atención. El Ministerio del Interior ha confirmado para la Navidad de 2025 las medidas ya adoptadas durante el Jubileo: barreras antivehículos, detectores de metales, dispositivos antidrones y patrullas adicionales en mercados, conciertos y ceremonias religiosas. La directiva de “máxima vigilancia” sigue siendo válida hasta el día de Reyes. En particular en Roma, el sistema se ha ampliado con controles en Termini, el Vaticano y el centro histórico. Vigilancia reforzada en las zonas más transitadas y en mercados reconocidos. También están previstas la vigilancia de los centros de transporte público y los controles de capacidad durante las iniciativas externas.
La policía dispondrá de personal, unidades móviles y tecnología anti-drones en zonas sensibles, con posibilidad de cierres temporales por motivos de seguridad. El clima es tenso porque, como explican las fuentes antiterroristas de Il Tempo, la amenaza no proviene sólo de células estructuradas sino también de lobos solitarios radicalizados en línea, atraídos por el efecto de emulación y las tensiones internacionales. La temporada navideña, con multitudes predecibles y lugares icónicos, es decir, objetivos pragmáticos o simbólicos, sigue siendo un objetivo ideal.
En Francia, donde el mercado de Estrasburgo sigue estrictamente controlado por el sistema MICAS, el ministro del Interior, Laurent Núñez, preparó una mayor seguridad para los mercados navideños, subrayando que la amenaza terrorista es “muy alta”. En la carta dirigida a los prefectos, pide movilizar a los servicios secretos “para identificar, prevenir y, si es necesario, contrarrestar las amenazas terroristas”. Incluso se canceló el concierto de Nochevieja en los Campos Elíseos. En cambio, sólo video-mapping y fuegos artificiales, con un rígido perímetro de seguridad.

Alemania, por su parte, vive un equilibrio frágil. Después del ataque de 2024, Magdeburgo reabrió el mercado con un plan de seguridad completamente reescrito, mientras que otros lugares optaron por cancelar eventos al no poder soportar los nuevos requisitos técnicos. Un elemento, el de los costes de seguridad, que parece caracterizar a muchas ciudades pequeñas y medianas de toda Europa. Ni siquiera en Bélgica las cosas van mejor. El nivel de alerta 3 sobre 4 se mantiene sin cambios en Bruselas y Lieja, con policías, unidades caninas y dispositivos anti embestida visibles. Austria despliega agentes armados y prueba por segunda vez el protocolo City-Safe, que proporciona alertas basadas en la ubicación a través de una aplicación. En el Reino Unido, sin embargo, continúa la implementación de la Ley Martyn, la nueva legislación antiterrorista que entró en vigor en abril de 2025, que obliga a los organizadores de eventos a adoptar planes de emergencia y seguimiento en tiempo real. España, Portugal, Polonia y República Checa han reactivado sus planes estacionales de seguridad con patrullas armadas, controles de acceso y barreras móviles.