diciembre 9, 2025
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NoSomos directores. Rodamos en ciudades, pueblos, barrios obreros. Filmamos rostros desconocidos y actores reconocidos. Contamos historias, territorios, pasiones y emociones. Si logramos hacerlo es gracias a un modelo único en el mundo: el del Centro Nacional de Cine e Imagen Animada (CNC).

Bajo el examen del derecho financiero, este modelo está siendo atacado. Las modificaciones proponen reducir o eliminar la CNC, presentada como una “gabegie” o un financista de “películas no rentables”. Los cineastas queremos recordar algunos hechos simples: nuestra soberanía cultural y el acceso de todos a las obras están en juego.

La CNC no cuesta ni un euro al presupuesto estatal. Lo financia el propio cine, a través de entradas de cine, suscripciones a plataformas, ingresos por publicidad y proveedores de acceso: un modelo virtuoso en el que cada proyección ayuda a financiar las películas del mañana, sin imponer impuestos a los franceses.

Una red única en el mundo

Esta elección, apoyada de manera transpartidaria, se remonta al período de posguerra: tenía como objetivo garantizar la independencia creativa de Francia frente a industrias extranjeras ya dominantes. Incluso hoy sigue siendo una de las pocas herramientas que permiten a un país europeo no abandonar su imaginación y la representación de su realidad únicamente en grandes plataformas y empresas no europeas.

El otro pilar de este modelo, el crédito fiscal, no es un “lujo cultural”sino una política industrial estratégica. Un euro de gasto fiscal genera varios euros de gasto en Francia. Detrás de cada película hay autores, técnicos, artistas (más de 200.000 empleos directos), pero también cientos de profesiones que se benefician de ellas: hoteleros, restauradores, transportistas, comerciantes, etc.

El CNC protege también un bien común esencial: el acceso al cine para todos, independientemente de la suscripción, el equipamiento o el algoritmo. Gracias a él, Francia cuenta con una red de más de 6.300 salas, desde multicines hasta cines de pueblo, desde cines de barrio hasta circuitos itinerantes. Esta red única en el mundo permite a todos, en la ciudad y en el campo, entrar en una habitación por unos pocos euros, sin filtro digital. El cine es un lugar colectivo, accesible e intergeneracional.

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