En El canto de nuestros pasos (Bliss, 240 páginas, 25 euros), el último álbum de K. O’Neill, el héroe Rowan, un aprendiz de guardabosques a lomos de un caballo alado, se declara transgénero durante una discusión. ¿El detonante? La proximidad de un rito de iniciación y el miedo a ver el nombre de nacimiento, que no corresponde al género, grabado irremediablemente en un monumento. “Me siento muy cerca de mis personajes”explica el artista neozelandés Mundoen un café del barrio parisino de Ménilmontant, mientras le espera una gira de firmas de su libro, publicado en abril en Francia y que se centra en la conmovedora búsqueda de identidad de un adolescente. Es cierto que K. O’Neill compartió las preocupaciones del protagonista, declarando, en 2020, que no es binario, es decir, que no se identifica estrictamente ni con el género femenino ni con el masculino.
Surgió entonces la cuestión del nombre que hasta entonces cubría la portada de sus obras, de las cuales El círculo del dragón del té (Bliss, 2020), galardonada con dos Premios Eisner en 2018 y que impulsó su carrera internacional. Desde entonces, el artista ha querido llamarse “K. O’Neill” (nombre con el que se publicaron la mayoría de sus libros en Francia) o, cuando era necesario, “Kay”, pero también utilizar pronombres neutros como “iel” (Ellosen Inglés). “Mis personajes me entienden mejor que yo”, dicen, como para indicar que sus pensamientos y tormentos pueden materializar los suyos.
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