Un mar de camisetas de rayas rojas y blancas, cánticos que retumbaban en un estruendo ensordecedor, un ambiente tan eléctrico que se sentían vibrar las paredes del estadio… Bienvenidos a San Mamés. Basta ver el animado ambiente en el estadio del Athletic de Bilbao, en el norte de España, para comprender que aquí el fútbol es más que un deporte: es la afirmación del orgullo y la identidad, la de la comunidad autónoma del País Vasco. Una especie de religión, simbolizada por el sobrenombre dado a su imponente recinto de más de 53.000 asientos, en el corazón de la ciudad, llamado “la catedral”, en particular porque al lado del estadio original había una iglesia dedicada a un santo cristiano, Mammès.
Antes del partido, el técnico asturiano del Paris Saint-Germain (PSG), Luis Enrique, que conoce bien el lugar, había advertido a sus jugadores del “dificultad” jugar bajo el “presión” del público, que no deja de apoyar a su equipo. “Les dije que sería muy duro, sobre todo al principio del partido” porque los vascos “juega con tu corazón”explicó la víspera del encuentro, en rueda de prensa. Esto no impidió que los campeones de Europa se vieran desestabilizados por el fervor de la afición local, el miércoles 10 de diciembre, durante el viaje a Bilbao, donde fueron controlados por los locales (0-0), en el marco de la sexta jornada de la Liga de Campeones.
Te queda el 75,82% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.