Al abrirla en 2007, en la zona peatonal de Pigneto, barrio del primer suburbio sureste de Roma, los dos fundadores de la librería Tuba pensaron en un juego de palabras entre “dos” y “Ba(rbara)”, como se llaman ambos. Dieciocho años después, Tuba sigue estando dirigida por feministas y lesbianas y sólo vende libros escritos por mujeres, personas trans y no binarias.
El nombre también hace referencia al instrumento musical, a las palomas y palomas que “arruchan” durante el cortejo y a las trompas de Falopio, por ende a los genitales femeninos, pues desde un principio también vendía objetos que tenían que ver con el placer femenino, lo que generaba algunos problemas.
Cuando lo abrieron, dicen Barbara Leda Kenny y Barbara Piccolo, “éramos jóvenes trabajadores precarios con el deseo de hacer algo épico, propio, algo que aún no existía en Roma”. A mediados de los años 2000, las históricas librerías de mujeres, aquellas librerías regentadas por mujeres nacidas en los años 1970 como parte de las prácticas de los movimientos feministas, comenzaron a cerrar. Y en Bolonia y España empezaron a aparecer sex-shops feministas, tiendas que no eran sólo comercios, sino también espacios de discusión en los que se desarrollaba la idea de un imaginario erótico femenino aún por construir, “que era también la impronta del activismo feminista del que venimos”.
Por ello, participaron de una convocatoria regional de emprendimiento femenino con el proyecto de un espacio que uniera la idea de un bazar erótico con la de una “librería de mujeres”. Lo ganaron y poco después Tuba abrió sus puertas.
(Tuba)
En 2009, recordaron divertidos, en Viernes de la República Se publicó “un breve artículo horrible” denunciando la financiación en la región de “sex-shops rosas”. Después de estas pocas líneas, la región también intentó revisar la convocatoria de licitación, los concejales comenzaron a preguntarse cómo era posible que hubiera ganado un proyecto que hablaba de imaginería erótica femenina, “pero al final sobrevivimos, no nos quitaron el dinero”, afirman.
Al principio Tuba estaba ubicada no lejos de la actual sede, en una sala muy pequeña de treinta metros cuadrados. Había una barra, un sofá rojo, estanterías con juguetes eróticos entre los libros: “Al principio vivíamos dentro: Barbara, yo y un radiador. Y pasamos los primeros años hablando con nuestros amigos y clientes sobre sexo y orgasmos”.
En 2007, en Pigneto se cerraron muchas persianas. Había muy pocas actividades comerciales, un restaurante, una librería de música, un mercadillo. Parecía que el barrio se desarrollaría vinculando su identidad a una cultura independiente, pero las cosas resultaron diferentes. Después de unos años, dicen, “económicamente nos estábamos ahogando”. Barbara Leda Kenny recuerda haber ido a almorzar con su pareja a un restaurante indio cerca de la estación Termini “y también puso sobre la mesa la hipótesis del cierre de Tuba. En cambio, decidimos relanzar, ampliar el negocio y buscar un espacio más grande”. En 2014 surgió la oportunidad de alquilar un local a 50 metros: más grande, con dos escaparates, con espacio exterior.
Durante la mudanza, los libros sustituyeron a los juguetes eróticos, cuya presencia se había vuelto más complicada de gestionar. De hecho, un decreto de seguridad había aprobado una norma que prohibía la exhibición de juguetes eróticos a menos que hubiera un cartel en el exterior del lugar que indicara su presencia. Sin embargo, esto habría impedido el acceso a menores. “No era realmente la Tuba lo que queríamos, nuestra idea era la contraria: hacer que los juguetes fueran visibles, accesibles y asequibles para todos. Teníamos que encontrar una solución.” Los juguetes se encuentran ahora en una vitrina detrás de una gran cortina decorada con una vulva.
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A medida que íbamos de un lugar a otro, el número de socios aumentó y el catálogo de la librería también cambió. Hace dieciocho años, dicen, era difícil armar un catálogo enteramente dedicado a la escritura de mujeres. No había muchos títulos y en España se compraban libros infantiles sin estereotipos: “En definitiva, al principio fue un trabajo de indagación e investigación, casi no hacíamos selección”.
En los últimos años, el mercado editorial ha cambiado, las mujeres publican mucha ficción, la no ficción feminista se ha vuelto muy popular y así la obra de Tuba también se ha transformado: “una obra sobre todo de selección”. El catálogo cuenta actualmente con alrededor de 7.000 títulos y recientemente ha incluido libros en otros idiomas. Tanto los libros de no ficción extranjeros aún no traducidos al italiano como los autores italianos traducidos se dirigen a “los numerosos turistas que, hace dieciocho años, ni siquiera sabían dónde estaba Pigneto”, un barrio que entretanto se ha aburguesado.
(Tuba)
En Tuba, que hoy está dirigida de diferentes maneras y con diferentes responsabilidades por once personas, hay una media de dos presentaciones por semana, al menos una o dos por mes, dedicadas a libros de poesía, “porque hemos comprendido que la poesía femenina es una cuestión aún por explorar, con muchos inicios interesantes”. Y luego están las fiestas y festivales: uno de ilustración y cómic, “Bande de femmes”, que tiene lugar entre junio y julio, y otro de literatura “inQuiete” que tiene lugar en octubre.
La mayoría de las actividades organizadas se desarrollan en la calle y no dentro de la librería, por lo que los transeúntes “se topan con el feminismo por casualidad, mientras caminan por la zona peatonal. Y ser un poco un virus transfeminista nos divierte”.
(Tuba)
Dicen que desde el principio fue importante para ellas que a diferencia de otras realidades similares en otras ciudades, como la Liberaria delle donne Milano, Tuba no se identificara con un feminismo específico, “sino que fuera un espacio atravesado y atravesado por diferentes mujeres, por una pluralidad de experiencias ligadas al feminismo que superaba con creces la separatista que habíamos vivido”. A lo largo de los años, Tuba ha acogido realidades que van desde anarcko punks chilenos hasta historiadores del pensamiento de la diferencia sexual, y todo lo demás. Y creó un espacio “de socialidad diferente, que con su presencia lucha diariamente contra toda forma de discriminación y violencia de género”.