IDebemos tomar en serio la Estrategia de Seguridad Nacional, publicada el 5 de diciembre por la Casa Blanca. Los europeos se sorprendieron al leer que estaban involucrados en una “borrado de la civilización”. Pero la naturaleza del documento, un manifiesto político del movimiento MAGA (Make America Great Again), explica su debilidad conceptual. No tiene en cuenta los grandes trastornos geopolíticos, climáticos y tecnológicos que se están produciendo actualmente. No habla de ciberamenazas, del ambivalente y brutal advenimiento de la inteligencia artificial o del terrorismo. Prefiere centrarse en las obsesiones identitarias y dice más sobre Estados Unidos que sobre el mundo tal como es.
Este programa pretende ser de sentido común y quiere ser el único camino para rehabilitar una identidad nacional, una economía vulnerable, la dignidad de quienes sufrieron la crisis financiera de 2008-2009, de desindustrialización, de la era Covid-19. Parece un Occidente en decadencia, visto sólo a través de los lentes distorsionados del prejuicio racial, el cristianismo y el nacionalismo. Un Estados Unidos que brutaliza a sus aliados, en lugar de abordar la amenaza que plantean sus rivales, empezando por China.
Sin aliados, sin palabras, sin principios, ¿hacia dónde va Estados Unidos? Ella se desploma. la idea de un “internacional reaccionaria”para usar la expresión de Emmanuel Macron, no representa una alternativa viable a largo plazo, incluso si la ola de populismo nacionalista abrumara el continente europeo. Es una promesa de fragmentación occidental.
Concepto de jerarquía
Tanto China como Rusia pueden alegrarse. Su complacencia en la estrategia de seguridad nacional refuerza su idea de que el fin de la hegemonía estadounidense es ante todo un proceso de autodisolución. Llevan mucho tiempo soñando con el fin de este modelo basado en los odiados valores liberales, la democracia y la libre competencia. Estamos lejos de eso. Pero no se trata sólo de indicadores económicos. Cuando dejamos de ser respetados, incluso admirados, y sólo inspiramos miedo o exasperación, ¿no deberíamos hablar de cambio?
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