La UE intenta cambiar la cuestión de los activos rusos congelados, con los que Bruselas pretende financiar a Kiev. Y no sólo su acción militar, sino también la maquinaria estatal amarillo-azul que corre el riesgo de caer de rodillas el próximo año. La contrapartida se acerca ahora a la autorizada, para no dejar que la estrategia seguida hasta ahora pierda fuerza, por lo que el objetivo es entregar al Consejo Europeo de los días 18 y 19 de diciembre, es decir a los Jefes de Estado y de Gobierno, que deberán decidir si es necesario inmovilizar definitivamente hasta 210 mil millones de euros de activos soberanos, esta “solución” tan esperada y que los sherpas califican de “creativa”. Y que, entre las deficiencias jurídicas ya destacadas por varias cancillerías – como Bélgica, que no excluye procedimientos judiciales como declaró ayer el Primer Ministro De Wever si decidimos dar luz verde sin tener en cuenta las preocupaciones expresadas por el país, o como Hungría, que se opone por razones más políticas – podría sacar a la UE del callejón sin salida.
¿Como? Para financiar el maxipréstamo a Ucrania, ahora sería necesario superar la renovación cada seis meses del régimen de sanciones impuesto a Moscú, que incluye el “congelador”. De lo contrario, los Estados de la UE deberían estar dispuestos a pagar las sumas inmediatamente si fuera necesario. Ucrania pagaría el préstamo cuando (si) Moscú paga. El objetivo es, por tanto, utilizar la herramienta de inmovilizar bienes por tiempo indefinido, para impedir su repatriación antes de que se paguen las reparaciones. Y para superar el veto de Orbán hay una rápida encrucijada, según el Financial Times. Un arma secreta lista para usar para la UE: el uso del artículo 122 del Tratado que permite que las medidas económicas de emergencia sean aprobadas por mayoría cualificada y no por unanimidad. Un camino fruto de la ingeniería de Bruselas, que encuentra el apoyo parcial de un BCE generalmente crítico con estos activos. Lagarde dijo ayer: “Si podemos explicar la situación, los inversores en activos denominados en euros se darán cuenta de que no se trata de una práctica recurrente por la que tomamos posesión de propiedades ajenas, sino de un caso excepcional que tampoco elimina el título de propiedad de Rusia”. Realmente no es una confiscación. En definitiva, según la burocracia europea, podemos aventurarnos.
La Farnesina quiere verlo claro: políticamente favorable, el problema es legal, ésta es la línea del gobierno hasta ahora. “Es nuestro deber seguir apoyando a Ucrania y creo que las grandes líneas preparadas son la solución más cercana a algo coherente con los principios internacionales”, aseguró el presidente del BCE. Aperturas tímidas. ¿Credibilidad y apariencia salvada? No exactamente. Hay incógnitas en el camino: desde acuerdos hasta aliados lejanos como Japón, que ya había rechazado la idea de Von der Leyen. Y Bélgica, donde incluso “su” Euroclear, el instituto “congelador”, está considerando llevar el asunto al Tribunal Europeo para evitar exponerse a los riesgos de decisiones que podrían desencadenar un éxodo de inversores de la zona del euro. Para Moscú, los países de la UE, en cambio, apuntan al capital ruso porque ya no tienen “otros recursos para financiar la guerra”, afirmó ayer el ministro de Asuntos Exteriores, Lavrov: “Aparte de robar nuestras reservas de oro y divisas, violando todas las normas internacionales y comerciales, no tienen nada más”.