“Ya no me gustan los musulmanes… pero les dispararía en la boca”. Además de no tener en cuenta el verbo en condicional en lugar de indicativo, lo que, por el contrario, para quien trabaja con palabras, supone una diferencia sustancial, el juez del Tribunal Civil de Turín, tras un procedimiento iniciado por la Asgi (Asociación de Estudios Jurídicos sobre Inmigración) evidentemente no quiso considerar en qué contexto se pronunció la sentencia. Luego condenó a Vittorio Feltri (nuestro director editorial) a pagar una indemnización de 20 mil euros, por el “carácter discriminatorio” de sus declaraciones. Feltri las pronunció en 2024, cuatro días después de la muerte de Ramy Elgamal, asesinado durante una persecución con los carabinieri en Milán. Pero las dijo en La Zanzara de Giuseppe Cruciani y David Parenzo en Radio 24, prácticamente la forma italiana más alta de stand-up estadounidense. Un contenedor completamente fuera de lugar en el que, como sabemos, gana quien más exagera.
“El viernes a las 10:30 tendré la audiencia con la Orden Nacional de Periodistas, pero en mis sesenta años de carrera nunca me había pasado algo así. Es tan obvio que fue humor… humor quizás desafortunado, pero no deja de ser una broma.” Feltri explica: “Dije que dispararía, en el condicional, lo que ciertamente no es una demostración de intención, así que si dijera lo hermoso que es este niño, me lo comería, ¿qué podrían hacerme?”.
No se trata de cerrar el caso con una disculpa. “Ya pedí disculpas, pero no eran las disculpas que querían”, comenta Feltri, quien, en su momento, se había ofrecido a cubrir los gastos judiciales de la defensa de los carabinieri implicados, en su opinión injustamente, en el proceso. “No se trata de los veinte mil euros, los tengo igual. Es más para el principio, Dios mío, y también para el final, la verdad. Que me pregunten algo así, me parece absurdo y además me quisieron suspender cuatro meses…”.
Según Feltri, su condena está ligada a una cierta actitud hostil hacia la categoría “dice mucho sobre la forma en que viven los periodistas hoy”. Además, por muy divisivo, irreverente y a veces abrasivo que sea Feltri, es el pegamento ideológico de la derecha y de la izquierda: mucha gente de ambos lados lo ama, es transversal generacional y geográfico (a pesar de que en el pasado también ha expresado sus puntos de vista sobre un “cierto” Sur, provocando otras controversias y otros levantamientos).
“Cuando pienso que cuando camino por la calle, tres generaciones me detienen. Me piden selfies, autógrafos, me dan palmaditas en la espalda, me dan la mano: no tengo la impresión de ser odiado, ni de indignar a nadie. » El hecho es que cuando Feltri dice algo, incluso terriblemente incómodo, a menudo toma la carga de hablar por muchos. Porque se va, incluso de una manera poco convencional, y siempre llega al final. Lo hace en los periódicos desde hace sesenta años. Desde hace años lo hace en las redes sociales, en la radio o en la televisión. Sigue siendo el último refugio de la no corrección política porque odia a su contrario y ha construido una carrera y una personalidad sobre esta idiosincrasia. Pero el personaje, en definitiva, coincide con el hombre y el hombre no es ciertamente un asesino, pero termina perdiéndose en esta gran escena que le robó al bar el papel de lugar de despreocupación, es decir de ausencia de pensamiento, donde podemos hablar de estupideces.
Si el listón es universal, sólo queda ponerse la máscara de quien ya no cree en nada, ni siquiera en su propia grandeza humana.
“Me reprendieron por una declaración, sin reconocer que podía haber salido mal”. Como si Feltri todavía tuviera que explicar quién es, a la Orden y a todos los demás.