“Que después de las puertas santas se abran otras puertas de hogares y oasis de paz donde la dignidad pueda florecer nuevamente, se pueda enseñar la no violencia y aprender el arte de la reconciliación”. Este es uno de los pasajes de la oración del Papa León XIV en el tradicional acto de veneración a la Inmaculada Concepción en la Plaza de España.
Prévost fue recibido por el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y por el cardenal vicario Baldo Reina, pero también por treinta mil romanos y peregrinos que participaron en la ceremonia. El Pontífice, vestido con una muceta roja, llegó en un coche descubierto tras una breve parada frente a la Iglesia de la Santísima Trinidad, donde recibió un homenaje de la Asociación de Comerciantes de Via Condotti.
En su oración, Prévost pide a la Virgen que inspire “nuevas intuiciones para una Iglesia que avanza en Roma y para las Iglesias particulares que reúnen en todos los contextos las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestros contemporáneos, de los pobres especialmente y de todos los que sufren”. En la innovación, el Pontífice pide a María que interceda “por nosotros, luchando contra los cambios que parecen encontrarnos desprevenidos e impotentes. Inspira sueños, visiones y coraje, tú que sabes más que nadie que nada es imposible para Dios, y al mismo tiempo que Dios no hace nada solo. Mujer, primera discípula de tu Hijo, Madre de Dios con nosotros”.
“Ayúdanos a ser siempre Iglesia con y entre los hombres, levadura en la masa de una humanidad que pide justicia y esperanza. Inmaculada, mujer de infinita belleza, cuida de esta ciudad, de esta humanidad. Dirígela a Jesús, tráela a Jesús, preséntala a Jesús”, invocación final a la Virgen.