Fin del caótico reinado de Emmanuel Macron. Infamia de la prisión de Sarkozy. Asistimos al colapso simultáneo del macronismo y del sarkozyismo, dos variantes de un presidencialismo agotado, que fluctúa entre la autoridad perdida y la superioridad comunicativa.
En la novela de Don DeLillo, el hombre que cae, Un acróbata atrae multitudes en Manhattan todos los días. Desde lo alto de un rascacielos se lanza al vacío, sostenido únicamente por una cuerda atada a su pie. Suspendido en el aire, permanece allí, inmóvil, ante la mirada de los transeúntes. Esta performance, que apareció en los días posteriores al 11 de septiembre, evocaba la caída de cuerpos desde las torres en llamas. Ésta es sin duda la razón de la fascinación que ejercía sobre las multitudes. Unas semanas más tarde, el Museo Guggenheim invitó al acróbata a repetir su actuación desde los pisos superiores del museo durante tres semanas. Pasando de la calle al museo, la actuación del acróbata ha pasado a la esfera simbólica donde la regla es la repetición, la redundancia, la exageración. Se ha convertido en el emblema de una época incapaz de superar sus heridas, condenada a volver a proponerlas, reproducirlas, amplificarlas hasta la caricatura.
Nuestras sociedades saturadas de signos parecen condenadas a repetir sin cesar el c