Ha pasado un año desde la caída del régimen Bashar Al-Assad informó el Siria en el centro de la atención mundial, reviviendo la esperanza de cambio entre millones de sirios. Sin embargo, hasta el momento las expectativas se han visto defraudadas. Desde hace más de 10 años, el país se enfrenta a un problema muy grave crisis humanitaria y la realidad cotidiana de muchos hoy lamentablemente no ha cambiado en comparación con antes.
Entre nuevos estallidos de guerra y el impacto del cambio climático
De hecho, el año pasado no fue diferente a los anteriores. En varias partes del país ha habido un resurgimiento del conflicto, combinado con el impacto del cambio climático, que ha provocado terribles sequías y enormes incendios. A mezcla mortalque causó muchas víctimas y devastó tierras y cultivos, reduciendo los medios de vida. “Somos agricultores sin tierra”, dijo a Oxfam. Marwauna pequeña agricultora que perdió la pequeña parcela de tierra con la que había contado durante 30 años en uno de los numerosos incendios del pasado mes de junio.
El resultado de esta situación –de la que Oxfam es testigo en su trabajo diario junto a las comunidades más vulnerables– es que, aún hoy, la 90% de la población vive en la pobreza y 60% depende de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
Como antes, muchas mujeres se ven obligadas a trabajar incluso en dos o tres empleos para mantener a sus familias y muchos niños que abandonaron la escuela para ganar algo aún no han regresado a clases. Las comunidades que sufrieron falta de electricidad durante el conflicto todavía están allí en la oscuridad. En muchas regiones del país la reconstrucción lleva un año parada.
Una tragedia que afecta especialmente a las numerosas familias que se reencuentran tras años de separación y exilio y que, tras la alegría del reencuentro, deben afrontar la dura realidad de un país destruido. Hay quienes han encontrado su hogar. reducido a escombros, los que regresaron descubrieron que la comunidad en la que siempre habían vivido simplemente ya no existía.
“Vivíamos en una tienda de campaña y todavía vivimos allí”, añade Mohammed, que regresó a Idlib y encontró su casa arrasada, tras pasar años en un campo de refugiados en el norte del país.
Entre la esperanza y la lucha por la supervivencia
En la Siria actual, en realidad coexisten dos realidades. Uno que se sustenta en una frágil esperanza de cambio, también por mayores espacios de libertad de expresión y diálogo; el otro, que todavía enfrenta la lucha constante por seguir adelante. De hecho, millones de personas sólo sueñan con poder regresar una apariencia de normalidaden el que sus derechos sean protegidos y defendidos. Un futuro en el que puedan permitirse un trabajo que garantice que sus hijos tengan suficiente comida y agua potable, y un techo seguro sobre sus cabezas.
Sin embargo, el presente y el futuro de Siria ciertamente no pueden cambiar de la noche a la mañana. sin verdadera voluntad política generar cambios estructurales, invertir en servicios esenciales, crear mayores oportunidades. Un proceso que no puede ignorar el apoyo de la comunidad internacional –no sólo para responder a las necesidades humanitarias más urgentes– sino para construir el desarrollo del país en el mediano y largo plazo.
Un camino que, al mismo tiempo, debe ser guiado y continuado por el actual gobierno de transición, al que el pueblo sirio exigirá responsabilidades no sólo por lo sucedido, sino también por lo que sucederá en el futuro.