Cuando Kevin Kühnert renunció al cargo de secretario general del SPD hace un año, a diferencia de muchos otros políticos, dio este paso sin necesidad externa: el fracaso del SPD en las elecciones federales de 2025 aún estaba lejos y no era culpable de errores personales. Cuando finalmente ya no se postuló para un nuevo mandato en el Bundestag, justificó su decisión con la amenaza de los extremistas de derecha, con su salud mental, pero sobre todo con las limitaciones del sistema político y con su voz interior cada vez más fuerte de que ya no podría lograr nada.
¿Qué quiso decir exactamente con eso? ¿Cómo pudo este joven talento político, que había ascendido tan rápido en la escala del partido político y con tanta publicidad, tener un comienzo tan rápido? ¿Y dónde piensa utilizar sus habilidades políticas en el futuro? Markus Lanz abordó estas cuestiones el jueves por la tarde en un pequeño grupo, junto con el propio Kühnert, la periodista Kerstin Münstermann y el politólogo Peter Neumann.
“El sistema político quemó a alguien”
Visiblemente satisfecho de su propia importancia, Lanz subrayó desde el principio que tras las declaraciones de Kühnert en un programa de Lanz en el que había sido invitado hace un buen año, ya era previsible que estuviera pensando en dimitir. “No soy nada dogmático en este punto”, afirmó Kühnert cuando la pregunta general era cuándo dimitir. Ya en las semanas anteriores a esta propuesta, Lanz apareció como un “robot político”, “como si estuviera en piloto automático”.
Kerstin Münstermann vio la dimisión sobre todo como un fallo estructural: “El sistema quemó a alguien”. Incluso como secretario general, Kühnert perdió sus pasiones políticas porque lo colocaron en una posición muy tecnocrática. Neumann también estuvo parcialmente de acuerdo con la observación. En el programa, Kühnert no quiso negar que a partir de ese momento “el encierro, el fraseo, el no querer hablar más claramente” (Lanz) lo dominaron. Su pregunta fundamental siempre fue: “¿Qué diferencia puedo hacer yo?” Pero cuanto más importantes se volvían los puestos que le ofrecían, menos sentía que podía hacer algo políticamente.
¿No debería ser cierto lo contrario? En el imaginario común, poder también significa poder creativo. En este sentido, según una reciente encuesta de Allensbach, la mitad de los alemanes tienen la idea de que pueden gobernar mucho mejor que el gabinete federal. Existe la creencia generalizada de que si a las personas se les permitiera accionar las palancas de cambio por sí mismas, al menos algunas cosas mejorarían.
Cuanto más poderoso eres, menos puedes decidir
El caso de Kühnert parece demostrar lo contrario. Quien había iniciado su ascenso como un joven portador de esperanza, como un talento retórico, como un auténtico líder juso con una reconocible orientación socialdemócrata, acaba resignándose. “¿Me he desanimado en esta oficina?” – preguntó Kühnert a Lanz con tono autocrítico. Es más evidente que el caso Kühnert tiene causas fundamentales que no le conciernen únicamente y que quizás valdría la pena investigar más a fondo.
Desafortunadamente, el grupo no encontró una respuesta adecuada a la pregunta sobre las causas. Lanz ha probado diferentes enfoques: los políticos carecen de coraje para decir algo diferente. Además, cualquiera que aborde ciertos temas –como la homofobia entre los inmigrantes musulmanes– debe estar preparado para semanas de tormentas de críticas. Y debes poder parecer auténtico, especialmente en las redes sociales.
Kühnert confirmó parcialmente las tres hipótesis, pero pronto quedó claro que esto sólo tocaba los límites del problema. No se discutió si el fenómeno descrito tiene algo que ver con las estructuras partidistas, con los jugadores con poder de veto en el sistema político, con las obligaciones legales o quizás incluso con las condiciones económicas del actual gobierno. Visto desde fuera, uno podría incluso preguntarse: ¿no son también cómplices los medios de comunicación cuando sólo pueden imaginar la política en forma de conversaciones personales y presumiblemente auténticas en vivo?
Allí está de nuevo sentado: el viejo Kühnert
Por lo tanto, es interesante ver cómo y dónde pretende Kühnert utilizar sus habilidades políticas en el futuro. El jueves se supo que se unió a la organización no gubernamental Finanzwende para dirigir el departamento de impuestos, distribución y lobby. Finanzwende se considera un movimiento ciudadano y un “contrapeso al lobby financiero”. La ONG aboga por “mercados financieros justos, estables y sostenibles” y fue fundada en respuesta a la crisis financiera.
En Lanz, cuando se abordó el tema, se pudo volver a observar brevemente al viejo Kühnert: faltaba un lobby financiero de izquierda que pudiera contrarrestar los intereses de las grandes cantidades de dinero. En el sistema financiero se producen constantemente “fraudes de miles de millones de dólares contra todos nosotros” y nadie puede realmente hacer nada al respecto. Para él, su trabajo consiste en presionar al sistema político “para tener mercados financieros que sirvan al pueblo y no a los intereses del capital”. Quieres ser la voz de la mayoría.
¿Y qué pasaría si las consideraciones partidistas volvieran a interponerse en el camino? Lanz señaló, no sin razón, que el ex canciller del SPD, Olaf Scholz, está en el centro de uno de los mayores escándalos de fraude fiscal de las últimas décadas. Kühnert se retuerce un momento y luego dice: “Ni siquiera perdono a los amigos de la fiesta”. A continuación podríamos hablar de Wirecard o del impuesto a la herencia. Quizás después del espectáculo uno tenga la impresión de que Kühnert volverá a encontrar su impulso político, justo fuera de la política.