Hay un punto, en Langhe, en el que el paisaje parece abandonar su vocación bucólica para adquirir la densidad de una página de Aby Warburg: un espacio donde el tiempo pasa rápidamente – es cierto – pero sólo para regresar y estratificarse. Es en este intersticio -más conceptual que geográfico- donde encaja Abetare (un día en la escuela), la nueva intervención de Petrit Halilaj para la segunda edición de Radis, el proyecto artístico en el espacio público de la Fundación de Arte Moderno y Contemporáneo CRT y la Fundación CRT.
perroliani
Estamos en Dogliani, en la provincia de Cuneo, donde, en Borgata Valdibà, el artista kosovar está construyendo una casa sin paredes, hecha de carteles infantiles, situada en el barrio de la antigua escuela abandonada desde los años setenta. Una obra que no monumentaliza la memoria, sino que la pone en tensión. La chispa nace en él de un recuerdo concreto. Halilaj recuerda la primera visita al pueblo: “Inmediatamente sentí una conexión. Los pupitres, las sillas y las estufas que quedaron allí me llevaron de regreso a Kosovo, al momento en 2010 en que descubrí que estaban a punto de demoler mi escuela primaria”. También allí, fuera del edificio, se amontonaban escritorios destinados a ser desechados, cubiertos de grabados anónimos. De este impacto visual nació la serie Abetare, un archivo de signos recuperados en el último momento. En Dogliani, estos archivos se amplían y los dibujos de los hijos de Runik se sitúan en cortocircuito con los de las escuelas piamontesas, en una superposición que elimina las distancias geográficas. “Es como si se hubieran reunido niños de diferentes lugares y épocas”, explica el artista. “No quería imponer una narrativa externa. Quería escuchar lo que el espacio ya contenía”.
El gesto infantil
allá arriba
La atención prestada al gesto infantil no es sentimental, sino tan analítica que reconoce en estas formas mínimas -corazones, casas, animales y nombres- un repertorio universal que precede a los lenguajes y quizás incluso a las biografías. Un lugar de convergencia entre mundos diferentes que no necesita ser explicado, sólo observado. “Existe un lenguaje común que va más allá de las palabras”, afirma. “Los dibujos de los niños en todas partes reflejan las mismas obsesiones”. En este diálogo entre Dogliani y los Balcanes hay un doble movimiento: la precisión antropológica de los signos y, al mismo tiempo, su desviación poética. Las colinas piamontesas envían al artista un eco inesperado de Kosovo: “En la suavidad de estas colinas hay algo que me lleva a casa y al mismo tiempo hacia el futuro”. No es nostalgia, claro está, sino una resonancia con el tema del hogar que ha estado presente en su obra durante años. Halilaj perdió dos casas durante la guerra y esta opinión ha cambiado desde entonces. “Empecé a imaginar que no tener una base estable podría ser una ventaja.
la casa
Allá