diciembre 10, 2025
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La Fiorentina no es la última en la Serie A: es la última. Un naufragio a la deriva en un océano de decepción y rabia. Catorce jornadas, seis puntos miserables, una diferencia de goles de -13, otra derrota ante el Sassuolo y un vestuario en llamas. Esta no es una película de Zeffirelli, sino una verdadera tragedia de Shakespeare, donde cada pase fallido es un puñal, cada gol encajado es una puñalada.

El entrenador Vanoli admite que jugamos con miedo, incluso con terror, y sabe que nadie se salvó de la Serie B con cero victorias a finales de diciembre. Ya se ha encontrado en las filas como jugador, además con los gigliati. El Verona, penúltimo, es un duro rival, ya que lucha, coda y vence al Atalanta por tres goles. La Viola, por su parte, encarna el abismo del barril. ¿Los millones invertidos por Commisso? Comience. “Hemos tocado fondo”, murmuran los ultras en el bar deportivo debajo del David. Pero eso es quedarse corto: se ha tocado fondo, traspasado por decisiones de gestión tomadas después de noches de fiebre alta. ¿Recuerdas el verano? El señor Pioli en el banquillo, ruedas de prensa llenas de entusiasmo, nuevas camisetas, proclamas.

En Franchi y en otros lugares, los abucheos llueven a borbotones, e incluso los niños se quedan en silencio y aunque dejen de creer, significa que realmente es medianoche. Por si fuera poco, al desastre deportivo se suman los ultras del teclado que se han superado amenazando a través de las redes sociales a esposas e hijas de futbolistas, un acto criminal que, esperemos, no quede impune. Sin embargo, en esta historia sin héroes, el giro aún podría ocurrir. Se acerca enero: un director deportivo (?) con una varita mágica, un delantero que marca, un centrocampista decente, un entrenador que vuelve a encender las luces. O tal vez no. Quizás el descenso ya esté escrito en los créditos, un final amargo que nadie en Florencia quiere imaginar.

Que la Fiorentina esté última no es sólo una posición en la clasificación, es un aviso, una sombra sobre el fútbol italiano. Para los fanáticos, todo lo que queda es este color púrpura que nunca se desvanece, incluso cuando todo lo demás se desmorona.

Esta noche la ciudad llora lágrimas invisibles bajo las farolas del Lungarno, mientras el campanario de Giotto observa en silencio. ¿Primera mitad o créditos finales? A la posteridad, y al mercado o al milagro de la reparación, la ardua sentencia.

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