Foto de : La Presse
Roberto Arditti
Que nadie se deje engañar, este no es un caso aislado. Es la herida supurante que lleva Roma arrastrando desde hace años, una úlcera que infecta los suburbios y que nadie tiene el valor de cauterizar. Una estudiante de 23 años sale de la estación de metro Jonio pasada la medianoche, entre el 6 y el 7 de diciembre: tres magrebíes la bloquean, la arrastran a la oscuridad de Via Gran Paradiso y, a su vez, la violan bajo las luces apagadas de la calle. No es un rayo caído del cielo. Ésta es la regla, no la excepción. La violencia sexual perpetrada por inmigrantes ilegales es un flagelo bíblico que también aflige a Roma, la capital de Italia. Datos en la mano: en 2023, el 43% de los autores de violencia sexual denunciados eran extranjeros, frente al 8-9% de la población residente. En Roma, los suburbios como Val Melaina o Tor Tre Teste se convierten en escenarios para bandas de ciudadanos no pertenecientes a la UE, donde una mujer soltera después del atardecer es carne de cañón.

¿Te acuerdas? Hace un mes, otra joven de 18 años fue violada por cinco personas en Casilino, robada y masacrada por la pandilla. Primero, Cinecittà: un grupo de norteafricanos en serie. ¿Y los benefactores? Niegan el vínculo entre inmigración y violencia, pero las cifras son enormes: un auge de los abusos junto con flujos incontrolados. Roma, ¿eterna? No, eternamente violada. Peor aún: ¿podemos apostar a que dentro de unas horas las investigaciones revelarán el rancio escenario habitual? Es casi seguro que ya se conocen los culpables: denunciados por robo, tráfico de drogas, acoso; reportado y publicado con medidas en papel. Órdenes de expulsión firmadas e ignoradas, obligaciones de firma evaporadas, sentencias suspendidas en un vacío burocrático. Es una historia interminable: inmigrantes ilegales repetidos, libres de hacer huelga porque el sistema los mima.

Casos recientes en Roma exigen venganza: violadores egipcios o marroquíes con múltiples antecedentes penales, expulsados sobre el papel pero que vuelven a la delincuencia. Fracaso histórico de dos décadas de benefactor tóxico, estigmatizado por la izquierda italiana y europea. De Prodi a Letta, de Boldrini a Scholz: puertas abiertas a la invasión, bienvenida ciega sin verdaderas repatriaciones. ¿Resultado? Calles sangrientas, mujeres aterrorizadas, una generación de víctimas sacrificadas en el altar del multiculturalismo fallido. La izquierda ha envenenado a Italia con una retórica pietista, ignorando las alarmas y las estadísticas. Hoy, con Meloni al mando, intentan invertir la tendencia, pero el legado es un atolladero: las expulsiones siguen estancadas en el 20%, la reincidencia se dispara entre los irregulares. Basta ya de ilusiones mortales. Exigimos: repatriaciones rápidas para los inmigrantes ilegales, largas penas de prisión para los reincidentes, patrullas armadas en los metros, sentencias draconianas sin descuentos. No es xenofobia, es supervivencia. La joven de 23 años de Jonio es típicamente italiana: hija, hermana, trabajadora que tiembla en la oscuridad. Su grito es el nuestro: derroquemos al benefactor asesino, de lo contrario Roma se hundirá en la sangre de sus mujeres. Despierten: no nos temen, nos consideran burócratas débiles.