El ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, lo viene repitiendo desde hace días en una especie de crescendo. En cuanto a la directiva sobre la fiscalidad de los productos energéticos que se debatirá el próximo jueves en el Ecofin, “Italia irá a la guerra”. Y también estaría dispuesta a vetarlo. Quienes han hablado con Giorgetti en las últimas horas afirman que la firma de esta directiva por parte del ministro equivaldría a un “suicidio asistido” para Italia. Dte, que es el acrónimo de la propuesta legislativa de la Comisión, es una de esas raíces plantadas en otra época y que hoy corren el riesgo de dejar madurar frutos tóxicos. El principio subyacente es el que subyace a todo el sistema verde diseñado por Europa durante la primera presidencia de Ursula von der Leyen, el de la intransigencia verde del entonces comisario de Clima, Frans Timmermans. Es decir “el que contamina paga”. Y según la propuesta de directiva sobre la fiscalidad de los productos energéticos, todos los que utilizan combustibles fósiles deben pagar. Es decir, más impuestos al gas, al carbón y al petróleo. La cuestión, y no secundaria, es que esta idea nació en 2021 (la propuesta de directiva está sobre la mesa desde entonces), antes de la invasión rusa de Ucrania, antes del cierre de los gasoductos de Moscú (uno de ellos, el North Stream, incluso explotó) y antes de que la italiana Eni se desviviera por encontrar en todo el mundo la molécula para contener los precios no sólo para Italia sino para todo el Viejo Continente. Y a pesar de ello, el gas se cotiza hoy en el mercado holandés TTF, todavía por encima de los 30 euros, el doble que antes de la invasión.
LOS PASOS
Los consumidores, que pagan facturas más altas, lo saben bien, los gobiernos, como el italiano, que han tenido que asignar miles de millones para ayudar a las familias a hacer frente a facturas elevadas, lo saben bien, y las empresas lo saben bien, especialmente aquellas que consumen mucha energía y corren el riesgo de ser desplazadas. Y es precisamente en ellos en los que probablemente pensaba Giorgetti hace unos días, al responder a las preguntas del hemiciclo sobre la maniobra presupuestaria, afirmando que en el Ecofin habría “un gran debate sobre la directiva sobre fiscalidad de la energía”, una directiva “que nació en 2021, en un mundo muy diferente al actual”, y el enfoque de la disposición “mataría radicalmente a la industria italiana porque aumenta los impuestos sobre el gas natural, que es la principal fuente con la que trabajamos”. Que Italia funcione principalmente con metano no es ningún misterio. Pero los impactos de la directiva, al menos en su forma original, a la espera de conocer en detalle los “compromisos” propuestos por la presidencia danesa, también se sentirían en las familias. En Italia, a diferencia de algunos países del norte de Europa, la calefacción y el agua caliente sanitaria de las viviendas se producen principalmente con gas. El aumento de los impuestos especiales provocaría un aumento de los costes de facturación.
Quizás por eso en Bruselas los vientos que empiezan a soplar en contra de la directiva parecen cada vez más desfavorables. “La reforma de la directiva europea sobre fiscalidad energética está todavía lejos de ser un acuerdo entre los países y el camino es largo”, dijeron a Ansa fuentes de la Comisión. Se subraya que entre los Veintisiete persisten “líneas rojas contradictorias” en varios puntos, a pesar de algunos avances en las negociaciones bilaterales. “El trabajo avanza, pero el camino es difícil, como ocurre con muchas cuestiones vinculadas a la transición verde”, explicaron las mismas fuentes. La Presidencia danesa tiene intención de cerrar el expediente a finales de año. El objetivo es actualizar un marco regulatorio obsoleto, alineando los impuestos especiales sobre la energía con los objetivos climáticos europeos.
LAS CONSECUENCIAS
En resumen, volvemos al punto de partida: más impuestos para quienes dañan el medio ambiente. Pero los crecientes costes del sistema de producción tienen consecuencias. El presidente de Confindustria, Emanuele Orsini, los recordó ayer durante la asamblea de la Federacciai. “El verdadero peligro para la industria europea hoy”, declaró el industrial número uno, “proviene de China, que apuesta por el gas y los combustibles fósiles para mantener su competitividad”. Y esto mientras “Europa sigue imponiendo restricciones cada vez más rígidas, perdiendo competitividad y empujando hacia la desindustrialización”, explicó Orsini. Los números son bastante claros. “De enero a septiembre”, subrayó el presidente de Confindustria, “las exportaciones chinas a Estados Unidos disminuyeron un 14 por ciento, pero a Europa aumentaron un 9 por ciento. Está claro que Europa se está convirtiendo en su principal salida comercial. » En resumen, en tal contexto, gravar más combustibles fósiles consumidos en Europa parece ser un paso más hacia el precipicio. Pero como se trata de una cuestión fiscal, será necesario el voto unánime de todos los países. En resumen, hay margen para detener la nueva acuñación de la euros.
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