La muerte de Martin Parr el sábado 6 de diciembre me afectó de una manera que incluso me sorprendió a mí: una mezcla de dolor, gratitud y el vívido regreso de un recuerdo que dio forma a mi vida. A él le debo una de las aventuras profesionales más libres, alegres y transformadoras de mi carrera: la exposición “¡La Goutte d’Or!”, de 2011, en el Instituto de Culturas Islámicas (ICI), que había dirigido recientemente.
A menudo me preguntan cómo convencí a Martin Parr para que viniera a fotografiar un barrio parisino que, en aquel momento, no atraía a muchos artistas internacionales (excepto uno con el mismo nombre: ¡la inmensa Martine Barrat!). La realidad es simple: todo comenzó en Bamako, Mali, en 2009, por casualidad, por invitación a los Encuentros Africanos de Fotografía, donde fue el invitado de honor.
Ese día, fiel a su sentido del humor, llevaba una camiseta que acababa de confeccionar.