diciembre 11, 2025
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Estimado Director Feltri,
Mientras la izquierda acusa a la mayoría de racismo y fascismo, sucede que actos de antisemitismo, es decir de nazismo, son perpetrados por estos inmigrantes a quienes miman los progresistas y también por aquellos que se consideran antifascistas. Un paquistaní atacó a personas que reconoció como judíos en el centro de Milán, es decir, en la estación central. ¿Lo que está sucediendo? Me parece que el mundo se ha vuelto loco.

Enrico Bellin

Querido Enrico, planteas un problema de absoluta gravedad: mientras muchos señalan a la mayoría por racismo y fascismo, ocurre que verdaderos actos de antisemitismo, esta forma de odio más sutil y más antigua, son cometidos precisamente por quienes son acusados ​​de ser sus primeras víctimas o por quienes se definen a sí mismos como antifascistas.

El episodio ocurrido, entre otros, en Milán, lo confirma de manera dramática.

En la estación central, un ciudadano paquistaní agredió verbalmente y luego físicamente a personas identificadas como judías. Los testigos informan que reaccionó cuando vio la kipá, insultó a quienes la llevaban con epítetos antijudíos y los persiguió y persiguió. Esto ocurrió a plena luz, en un espacio público simbólico de nuestra ciudad. No es intimidación. Esto es puro antisemitismo, en el sentido más literal y terrible de la palabra. Y las cifras italianas son igualmente alarmantes: en 2023 se registraron alrededor de 454 incidentes antisemitas documentados; en 2024, según el Centro de Documentación Judía Contemporánea, esta cifra ascendió a 877 incidentes, casi el doble. Los datos de 2025 serán aún más completos. Teniendo en cuenta que la comunidad judía de Italia cuenta con aproximadamente 2.530.000 personas activas, se trata de un ataque sistemático y concentrado contra toda una identidad.

Tiene razón: existe una peligrosa afinidad entre ciertas corrientes ideológicas de izquierda, ciertas escuelas de corrección política y actitudes que justifican o camuflan el odio antijudío. En nombre de la causa palestina, con demasiada frecuencia terminamos asimilar o excusar la violencia contra los judíos. En nombre del antifascismo militante, guardamos silencio cuando este tipo de violencia es cometida por un solicitante de asilo o un inmigrante que también defiende ideologías antisemitas. De este modo se borra la frontera entre víctima y verdugo y el judaísmo se convierte en una nueva categoría de exclusión. De hecho, este es ahora el caso para todos los efectos. Este antisemitismo se grita alto y claro en las calles. Permítanme decirlo claramente: el antisemitismo ya no es un fenómeno marginal. No se trata sólo de la implementación de símbolos neonazis, sino también de la forma más insidiosa de odio transversal, que atraviesa culturas, religiones y alineamientos políticos. Cuando se ondea y exhibe una bandera o un lema antiisraelí durante una marcha sin que se diga una palabra sobre el derecho de Israel a existir o la seguridad de los judíos, eso es antisemitismo.

Y cuando un inmigrante se queja de que los judíos controlan todo o privan a otros de derechos, no es una crisis económica, no es justicia, no es pacifismo, sino odio.

Lo que ocurrió una vez más en Milán no es sólo un gesto aislado.

Preguntas: ¿Qué está pasando? Respondo: estamos ante una profunda crisis de valores. Una sociedad que no reconoce la diferencia entre libertad y sumisión, que confunde geopolítica y racismo, que sólo protege a las víctimas aceptables y olvida a los demás, perderá su capacidad de proteger.

Y los judíos, históricamente entre las primeras comunidades víctimas del exterminio, son la señal de alarma. Si no defendemos a los judíos, no defendemos a nadie. El problema no es sólo digital ni sólo político. Es moral. Es nuestra civilización la que está en juego.

Necesitamos leyes más estrictas. Un seguimiento real, sí. Pero sobre todo una conciencia colectiva: que el antisemitismo no es una opinión, es un crimen de odio. Y que no podemos aceptar que exista connivencia entre quienes dicen libertad y quienes la niegan.

Usted escribe que “actos de antisemitismo son cometidos por estos inmigrantes a quienes los progresistas miman”. Esta es una frase poderosa y verdadera. Pero hay que proclamar la verdad en su totalidad: no son sólo inmigrantes. También son italianos, con estatus social, poder cultural, incluidos aquellos italianos a quienes justifican y ocultan. El antisionismo que se convierte en antisemitismo no es una opinión. No es una percepción. No es un sospechoso. Es un vehículo de odio hecho realidad.

Afirmo firmemente lo que ustedes apoyan: no más silencio. Si una mujer es golpeada por ser mujer, se llama feminicidio. Si un judío es insultado o herido por ser judío, debemos hablar de antisemitismo.

Y cuando alguien dice que no es racismo o no es antisemitismo, se vuelve cómplice del odio por omisión.

No basta con denunciar al monstruo después de su ataque. Hay que impedir que se forme, que crezca, que se organice al amparo del benefactor.

Quienes se preocupan por la libertad no pueden pretender que es asunto suyo. No lo soy.

Y quienes se consideran antifascistas o progresistas y guardan silencio ante el antisemitismo no sólo son incoherentes, también son, repito, cómplices.

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