Una maraña de asociaciones, financieros, lobbies. Un laberinto de siglas desde los camaradas de Arci hasta los chicos de Soros con sus millones. Si miras detrás del Islam que se extiende como la pólvora por las ciudades, encontrarás al pequeño Alá y al pequeño Corán, pero si necesitas dinero para financiar un centro cultural musulmán, quizás sin permiso del municipio, o si decides llevar ante la justicia a quienes dicen cosas que no te gustan, encontrarás apoyo. Económico y técnico. Grandes abogados entrenados para navegar entre los pliegues de la ley en busca de sutilezas queridas por el Profeta y útiles para la causa de los Hermanos Musulmanes. Por tanto, la indemnización de 20.000 euros reclamada por Vittorio Feltri no es una coincidencia. Ni un hecho aislado. Al contrario, forma parte de una estrategia precisa que la heroína del frente pro-Pal, Francesca Albanese, conoce bien. Y que se manifiesta como una cruzada islamista contra la prensa y contra cualquiera que cuestione los verdaderos objetivos de las asociaciones islámicas en Italia. Exactamente como yo, que ya no creo en la oposición entre el Islam moderado y el no moderado.
El periódico no tendrá miedo. Ni de las irreflexivas quejas de los señores, ni de los ataques que nos llegan cada día desde la izquierda radical y sus siglas antisemitas.
Nos llaman islamófobos y respondo: si este término designa a quienes defienden la libertad, que en mi modelo de democracia va desde el plato de salami, pasando por la guardería en la escuela, hasta la denuncia de una comunidad que impone el velo a las mujeres y la sharia a sus fieles, la yihad a sus enemigos, elevándose por encima de nuestras leyes, entonces me declaro islamófobo. Y creo que no hay otra manera. Mientras tanto relanzamos nuestra colección de 20 mil euros en jamones para defender a Vittorio Feltri.