Después de instalaciones clandestinas en Tokio y Nueva York en primavera y este verano, o en Kiev el año pasado, fue en Amsterdam donde el artista visual de Toulouse instaló el 6 de noviembre, sin autorización, dos nuevas obras de resina de color rojo brillante, su marca registrada, para desafiar a los transeúntes. Si bien muchas de sus esculturas se presentan actualmente en el Museo STRAAT de la capital holandesa, es en el corazón de la ciudad, entre los canales, donde el artista callejero presenta dos creaciones sobre la emergencia climática.
Intervenciones nocturnas, sujetas a identificación.
La primera muestra a un hombre pelirrojo, medio ahogado, sosteniendo un cartel blanco en el que está escrito en rojo “Estoy bien”. La segunda instalación representa a un niño colgado de la pared de un canal, dibujando una línea sobre sí mismo con las palabras “Waterline”. “La primera es una reflexión sobre el calentamiento global y sobre todo sobre la negación colectiva que lo acompaña, por lo que tenemos que repetir que todo está bien mientras el agua sube”, explica James Colomina, que siempre instala sus esculturas de noche, después de la inspección. Evoca la subida de las aguas, la huella que dejaremos si nada cambia. Estas dos instalaciones interactúan entre sí: una se hunde, la otra marca el nivel del agua. Hablan de nuestro tiempo, de la emergencia climática, de esta frágil frontera entre la desatención y la conciencia. »
Reconocido desde hace una década por sus obras rojas repartidas por varios lugares de Toulouse, James Colomina, que nunca ha dado la cara, es un apasionado de estas instalaciones clandestinas destinadas a interrogar a los residentes sobre cuestiones sociales o políticas. En julio pasado, fue en las calles de Nueva York donde sorprendió al representar al presidente estadounidense Donald Trump saliendo de una alcantarilla.