Decenas de miles de personas se manifestaron el miércoles en la capital Sofía y otras ciudades para denunciar la corrupción en el aparato estatal y exigir la destitución del gobierno.
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Bajo presión popular, el primer ministro búlgaro, Rossen Jeliazkov, anunció la dimisión de su gobierno el jueves 11 de diciembre. Este anuncio se produce un día después de una nueva manifestación masiva para denunciar la corrupción en el aparato estatal, tres semanas antes de la entrada de Bulgaria en la eurozona. “Les informo (…) que hoy renuncia el gobierno”declaró en conferencia de prensa, mientras los diputados consideraban una moción de censura de la oposición.
Decenas de miles de personas se manifestaron en la capital, Sofía, y en otras ciudades de todo el país el miércoles por la noche, en una nueva muestra de ira contra los líderes acusados de corrupción. La ola de descontento, sin precedentes desde hace varios años y con una importante presencia de jóvenes, comenzó a finales de noviembre, cuando el Gobierno intentó que el presupuesto de 2026, el primero expresado en euros, fuera votado mediante un procedimiento acelerado.
Después de siete elecciones en menos de cuatro años, en enero se formó el frágil gobierno de Rossen Jeliazkov, reuniendo una conveniente coalición entre los conservadores GERB del ex primer ministro Boïko Borissov y otros tres partidos. Presionado por las calles, el 3 de diciembre retiró su proyecto presupuestario, que incluía un aumento de impuestos y cotizaciones sociales. Muchos aumentos pretenden ocultar malversaciones, afirman los manifestantes y la oposición.
A principios de semana se presentó al Parlamento una nueva propuesta presupuestaria, pero sin calmar el enfado. Después de la manifestación masiva del miércoles, principalmente a instancias de la coalición reformista y prooccidental “Sigamos con el cambio: Bulgaria democrática” (PP-DB), el Presidente Rumen Radev y la oposición pidieron la dimisión del Gobierno. La decisión de Rossen Jeliazkov de tirar la toalla se produce cuando este pequeño país balcánico, el más pobre de la Unión Europea, se prepara para introducir la moneda única el 1 de enero, aumentando el malestar de los búlgaros que temen un aumento de los precios.