La nueva estrategia de seguridad de Donald Trump envía una señal clara: las ilusiones de Europa se han hecho añicos; ahora el orden de poder global está seriamente tambaleándose.
La situación geopolítica actual revela un cambio fundamental en el equilibrio de poder internacional, que se caracteriza en particular por la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos bajo Donald Trump.
Si bien los políticos europeos han buscado en el pasado estabilizar la relación con Washington mediante ajustes y concesiones, el documento de estrategia actual deja claro que esos gestos sumisos sólo traen un respiro temporal, pero no una seguridad duradera.
La lógica de las esferas de influencia.
El documento de seguridad estadounidense puede interpretarse como una aprobación implícita de las esferas de influencia. Estados Unidos reclama liderazgo en las Américas y los países vecinos, mientras que Rusia y la Unión Europea deberían ser responsables de los asuntos en Europa.
A China, a su vez, se le concede una influencia significativa sobre el futuro de Asia, siempre que se mantenga dentro de límites aceptables.
La administración Trump tiene una visión claramente realista: “La influencia desproporcionada de naciones más grandes, más ricas y más fuertes es una verdad eterna de las relaciones internacionales”.
Aunque el término “esferas de influencia” a menudo se evita oficialmente, la lógica subyacente –la dominación regional por las grandes potencias– es claramente reconocible.
Implicaciones para el orden global
La estrategia estadounidense implica una aceptación tácita de que las grandes potencias pueden dominar sus regiones siempre que el sistema internacional en su conjunto permanezca estable.
La influencia de China en Asia, en particular, es tolerada siempre que no viole las normas globales ni amenace los intereses fundamentales de Estados Unidos. Por lo tanto, la política de poder se presenta como un elemento inevitable de las relaciones internacionales, como una realidad, no como un problema.
Esta actitud también se refleja en la posición de Estados Unidos sobre la guerra en Ucrania. Para Trump, la guerra es ante todo un problema económico: “La guerra es mala para los negocios”.
La división de Europa en zonas de influencia, con reivindicaciones de Estados Unidos y Rusia, ya había sido mencionada en anteriores planes de paz, que preveían el reparto de los intereses comerciales en Ucrania entre las dos potencias.
El desafío estratégico de Europa
Dada la cambiante estrategia estadounidense, las aspiraciones europeas de autonomía son más urgentes que nunca. Estados Unidos ya no ve a Europa como un socio, sino cada vez más como un “caso de riesgo” y “crisis”.
Las garantías de seguridad están ligadas a concesiones económicas, lo que erosiona los cimientos de la OTAN y crea un sistema de pago por participación.
Para Europa, esto significa una pérdida de previsibilidad y confiabilidad estratégicas. La flexibilización de los compromisos de seguridad de Estados Unidos debilita el vínculo transatlántico, una circunstancia que Rusia podría aprovechar.
Después de la reelección de Trump, los europeos tuvieron que invertir más en su propia defensa y en la reconstrucción de Ucrania, a medida que las promesas de protección de la OTAN y Estados Unidos están perdiendo valor.
Sin su propio elemento de disuasión, Europa corre el riesgo de convertirse en la próxima víctima de un orden mundial cambiante. La implementación de la tan cacareada “autonomía estratégica” requiere importantes inversiones en defensa y tecnología.
Los cambios globales y la necesidad de acción de Europa
A medida que China emerge como un rival militar de Estados Unidos y Washington aumenta su enfoque de política exterior en la región del Indo-Pacífico, Europa debería desarrollar capacidades de defensa independientes.
Desde el punto de vista estadounidense, los problemas europeos parecen cada vez más secundarios. Poner fin a la guerra en Ucrania en términos consistentes con los de Estados Unidos es parte de una estrategia para asegurar sus intereses geopolíticos y económicos.
La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos publicada en noviembre de 2025 otorga implícitamente a China su propia esfera de influencia. Sin embargo, esas zonas conllevan el riesgo de inestabilidad, especialmente si sus límites son cuestionados.
Riesgos de esferas de influencia en disputa
Las fronteras poco claras o en disputa conducen a rivalidades de suma cero, en las que las ganancias de una potencia se perciben como pérdidas de otra. Incluso los estados más pequeños no se libran de la lucha por las esferas de influencia. La jerarquía de estas esferas hace que las grandes potencias busquen controlar las políticas de los estados más débiles. Esto pone en riesgo la soberanía de los Estados más pequeños y la estabilidad regional, como se ve en Ucrania desde 2014.
Estos conflictos rara vez permanecen localizados y tienen el potencial de desestabilizar las estructuras de seguridad regionales y alimentar carreras armamentistas.
En el choque chino-estadounidense, Europa es sólo un espectador
En el mundo multipolar de hoy, las esferas de influencia superpuestas –por ejemplo, entre Estados Unidos y China en el este de Asia– conducen a fuentes persistentes de conflicto, como en el Mar de China Meridional o el Estrecho de Taiwán. Aquí las disputas territoriales se combinan con la competencia por los recursos, lo que dificulta los compromisos.
Las áreas controvertidas también se refieren a las rutas comerciales y los flujos de inversión globales, como lo muestran los análisis de riesgo. La fragmentación económica resultante promueve la desigualdad y alimenta el populismo, que a su vez desestabiliza la política interna y la cooperación internacional.
El nuevo orden mundial de Donald Trump
En la actual confrontación chino-estadounidense, Europa hasta ahora ha sido sólo un espectador. Sin embargo, sin una acción decisiva, corre el riesgo de convertirse en un perdedor fundamental. Durante años, la UE ha subrayado sus aspiraciones de independencia de Estados Unidos en política, economía y seguridad.
Pero las escenas simbólicas, como la aparente aceptación de las demandas estadounidenses por parte de los principales políticos, socavan la imagen de una Europa soberana. Esto da la impresión de un desequilibrio de poder y debilita la posición de la UE en comparación con otras grandes potencias.
Cualquiera que quiera actuar como actor global en un mundo caracterizado por esferas de influencia e intereses duros no sólo debe proclamar la soberanía, sino también ponerla en práctica. De lo contrario, el “lenguaje del poder” seguirá siendo una promesa vacía y Europa perderá credibilidad e influencia, incluso sobre su propio futuro.
El autor: Dr. Josef Braml él es un politólogo, experto americano y director europeo de Comisión Trilateral – una influyente plataforma global para el diálogo entre un círculo exclusivo de tomadores de decisiones políticas y económicas en América, Europa y Asia.