La capital de Jiangsu tiene todos los atributos de una metrópolis china que se acerca a los 10 millones de habitantes como todas las demás: sus dos imponentes estaciones de tren de alta velocidad, sus inmensos centros comerciales y sus rascacielos de hasta 450 metros de altura apuntan al futuro. En el centro de la ciudad, sin embargo, varios lugares recuerdan el pasado pesado de Nanjing, ciudad mártir de la ocupación japonesa. El más importante es el monumento a la masacre que tuvo lugar allí en el invierno de 1937, un edificio de color gris oscuro. Frente a la puerta principal, llama la atención de los visitantes una gran estatua de una mujer herida, con la parte superior de la ropa rasgada y cargando el cuerpo de su hijo.
Entonces la capital de la China republicana, Nanjing, fue asaltada el 13 de diciembre de 1937 por tropas japonesas que acababan de librar la batalla de Shanghai, a 300 kilómetros de distancia. Hasta finales de enero de 1938, el Ejército Imperial Japonés llevó a cabo ejecuciones masivas de civiles, cuyos cuerpos fueron amontonados a lo largo del río Qinhuai, afluente del Yangtsé que atraviesa la ciudad. Los historiadores debaten la cifra de muertos, pero China la estima en 300.000, mientras que decenas de miles de mujeres fueron violadas.
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