Habla rápido, muy rápido. A veces el bolígrafo tiene problemas para seguir el ritmo. Un flujo ininterrumpido para compensar todos esos años de silencio en los que se le prohibió hablar y pensar, este “mala semilla”. En su elegante apartamento parisino frente al Sena, Fabienne Bichet, de 69 años, vestida toda de blanco, no puede quedarse quieta: estar constantemente ocupada es “una buena manera de no pensar en (tu) pasado”. Su cabello rubio y rizado está en perpetuo movimiento. Desde el principio nos conduce hacia su inmensa biblioteca. Cientos de libros, DVD. Justificación de este exitoso director de casting: dos James Bond en su haber, Michel Piccoli o François Truffaut como compañeros de viaje, entre 60 y 80 películas, “más o menos”. En un estante, una pila de papeles en blanco es su otro motivo de orgullo. En Yo, Fabienne B., niña mala, Por una vez no es la historia de otros lo que él está pilotando. Pero el suyo. Un testimonio en el que evoca sus repetidas experiencias: abusos, incesto, violación. A menudo, mientras escribe, Francis Grosjean, su marido, ex director, la encuentra en mitad de la noche llorando en medio del salón. “Escribir también es revivir” recuerda, citando a su esposa, antes de imaginar una adaptación cinematográfica. Ignoraba la magnitud de la tragedia vivida por Fabienne. También sus tres hijos, de unos cuarenta años. Camille aún no ha encontrado fuerzas para leer la historia de su madre.