El año 2025 marca un punto de inflexión en la naturaleza de las operaciones híbridas atribuidas a Rusia en Europa. Si el ritmo de las acciones se ha ralentizado respecto al aumento observado en 2024, su peligrosidad y opacidad han aumentado.
Como analiza Bart Schuurman, investigador de la Universidad de Leiden, esta nueva fase de la ofensiva genera una mayor incertidumbre en el continente. Gira en torno a una doble amenaza: operaciones de sabotaje físico y sofisticadas campañas digitales. Ambos vectores están diseñados para que sean difíciles de atribuir a Moscú.
La complejidad de los informes sobre vuelos sobre infraestructuras críticas (aeropuertos, emplazamientos militares) con drones ilustra este fenómeno: algunos están probados, otros confirmados pero imposibles de atribuir, y muchos siguen sin verificarse. Lou Osborn, de la ONG Inpact, señala que algunas de estas acciones –en particular la explosión de robos masivos de datos en 2025– no son “no divulgado o no entendido como tal” y no se puede atribuir a Moscú. Esta confusión se mantiene para desestabilizar la opinión pública.