METROIncluso cuando se trata de letras, los números tienen voz y voto. Los estudios del Centro Nacional del Libro lo demuestran: los jóvenes leen cada vez menos. En 2019, el 81% de los menores de 25 años leyeron al menos cinco libros; en 2025 sólo será el 66%. Después de los 16 años, menos del 65% de los jóvenes leen lo que el profesor les pide que lean, frente al 94% de los jóvenes entre 13 y 15 años.
Se conoce una de las causas de este fenómeno. Los jóvenes de 7 a 19 años pasan, de media, 3 horas y 11 minutos diarios frente a las pantallas, frente a 2 horas y 13 horas semanales leyendo. Entre los jóvenes de 16 a 19 años, la brecha es aún mayor, ya que las pantallas captan 26 veces más atención que la lectura. Además, admiten distraerse al intentar leer, enviando un mensaje, un vídeo o en las redes sociales. Por tanto, la erosión de la lectura no es sólo cuantitativa sino también cualitativa.
Pero la pregunta es crucial. En la época de las tormentas internas, de las emociones y de las revueltas, de las preguntas fructíferas, en la época en la que se construye la conciencia y la sensibilidad, la lectura de un libro calma, enriquece y abre al mundo. Cuando las fracturas se multiplican, cuando aumenta el sentimiento de soledad, cuando la polarización se fortalece, cuando verdades consolidadas son socavadas por construcciones falaces o ideológicas, la lectura puede ser el lugar donde la empatía recrea sus fortalezas, donde florece el asombro, donde se ejercita la inteligencia y donde los futuros ciudadanos encuentran elementos de reflexión sobre la sociedad que desean construir. Reivindicar la lectura es un imperativo de la civilización, en el sentido más fuerte del término.
Presupuestos públicos ajustados
De nada sirve contrastar sumariamente la pantalla y la palabra escrita. La lucha por un uso racional de las pantallas no debe convertirse en un objetivo riguroso. Lo digital también ofrece oportunidades que hay que aprovechar. El 80% de los jóvenes de entre 16 y 19 años que leen por placer quisieron hacerlo después de ver una serie o película adaptada de una novela -el ejemplo de Conde de Montecristo ella le recordó. Y los podcasts y audiolibros de ficción son oportunidades para escapar, aprender y cultivarse. Todas las tecnologías son útiles a la hora de compartir conocimientos.
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