En el corazón de Europa, mientras las luces de la capital alemana se preparan para recibir a Zelensky, Bruselas acaba de dar un paso tal vez destinado a cambiar el curso de la guerra. Un paso silencioso pero histórico: la congelación de los activos soberanos rusos por un período indefinido. No más renovaciones semestrales, no más vetos, no más margen de incertidumbre. Un Rubicón político y financiero, cruzado en un momento en el que la UE se prepara para repensar su papel en el conflicto. La luz verde se obtuvo mediante un procedimiento escrito, votado por 25 Estados de 27. Basada en el artículo 122 del Tratado, la norma impide que los activos congelados del Banco Central ruso, 210 mil millones de euros sólo en la UE, sean devueltos a Moscú. Un blindaje permanente que allana el camino para el maxipréstamo a Ucrania previsto en el Consejo Europeo del 18 de diciembre. Ursula von der Leyen no pierde el tiempo y habla de un “mensaje fuerte” al Kremlin: “mientras esta guerra brutal continúe, los costes para Rusia seguirán aumentando”. Una señal dirigida también a Kiev para que “nuestro valiente vecino sea más fuerte en el campo de batalla y en la mesa de negociaciones”.
Inmediatamente llegan protestas desde Moscú. El Banco Central habla de violación del derecho internacional, promete nuevos procedimientos contra Euroclear y califica esta decisión de peligrosa escalada jurídica. Viktor Orbán vuelve a ser la voz disidente dentro de la UE: habla de cruzar el límite y califica esta elección de ilegal. De Eslovaquia llega un no categórico a la nueva financiación. Pero Bruselas está avanzando de manera compacta. Pero la dimensión de la responsabilidad financiera complica la situación política. Bélgica, que es el país más expuesto con sus 190 mil millones de activos congelados, habla a través del Primer Ministro De Wever: “El uso de estos activos será una tarea difícil, pero posible si mantenemos la coordinación”. Italia también se muestra escéptica.
A medida que la UE avanza en el frente financiero, la diplomacia se traslada a Berlín. El lunes, Zelensky se reunirá con el canciller Merz para una reunión cara a cara con contenidos muy delicados: las negociaciones de paz, el futuro de la seguridad europea, el camino hacia la entrada en la UE. Por la tarde, la mesa se ampliará para incluir a líderes europeos clave y representantes de la OTAN. Entre ellos también estará Giorgia Meloni, recién salida de una videoconferencia con la coalición Volenterosi. La primera ministra italiana insiste en la necesidad de mantener un vínculo férreo con Estados Unidos, condición que considera esencial para una “paz justa y duradera”. Macron enfatiza: “Kyiv no considerará acuerdos sobre los territorios”.
En el frente diplomático internacional, Putin hizo escala en Turkmenistán para hablar con Erdogan. El Kremlin habla de un “intercambio detallado de opiniones” sobre treguas específicas, corredores energéticos y posibles opciones de negociación, mientras Ankara revive Estambul como sede de una posible nueva mesa de paz. Desde Moscú, sin embargo, el tono sigue siendo rígido: el asesor Ushakov advierte que el plan Estados Unidos-UE-Ucrania “no será apreciado”, y el portavoz Peskov descarta la hipótesis de un referéndum sobre Donbass, reiterando que “es ruso” y acusando a Zelensky de sólo buscar una tregua.
El Financial Times señala el 1 de enero de 2027 como fecha límite para la entrada de Ucrania en la UE. Desde el Quirinal, Sergio Mattarella invita a Bruselas a acoger a Ucrania en el proceso de integración. Y volviéndose hacia Moscú, confió: “Quien hace la guerra no puede evocar la paz”.