Francia se encuentra en un punto de inflexión decisivo. Inseguridad creciente, inmigración descontrolada, secularismo atacado, deuda abismal, industria debilitada, poder adquisitivo decreciente, servicios públicos inadecuados: los desafíos se están acumulando. Ante esta alarmante observación, la derecha republicana debe recomponerse y pasar a la ofensiva. A pesar de los insultos sufridos, es la única fuerza política capaz de proponer una alternativa sólida, combinando orden y libertad. Ni la izquierda socialista, sumida en sus contradicciones, ni los herederos de Emmanuel Macron, prisioneros de su primacía, pueden pretender encarnar la recuperación de Francia.
Por eso dos adversarios, que sueñan con compartir el monopolio de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, han hecho de nuestra eliminación su prioridad: La Francia insumisa y la Agrupación Nacional. Para ellos somos el obstáculo a desmantelar, la alternativa creíble que podría impedir que se produzca su duelo. Debe hacerse todo lo posible para romper este escenario de batalla final entre los dos lados del mismo estancamiento.
LFI promete una revolución permanente y un caos presupuestario. Sus líderes navegan por el antisemitismo y se comprometen con el islamismo político. Su comunitarismo terminará fracturando la República multiplicando derechos diferenciados y demandas de identidad. Su programa económico es simple: caza de los “ricos”, instauración de los celos como sistema, gasto público ilimitado. LFI es Francia dividida y arruinada.
El RN, por su parte, se viste con la ropa del salvador. Pero ¿qué encontramos detrás de esta fachada? Un programa económico inspirado en el de la extrema izquierda, compuesto de impuestos totales e irresponsabilidad presupuestaria. Durante el último PLFSS, una vez más sacrificó el futuro de nuestras pensiones para servir mejor al amiguismo electoral de corto plazo. Piruetas incesantes sobre Europa. Una fascinación preocupante por Putin y Trump. La RN se ha convertido en la nueva defensora del “al mismo tiempo”, multiplicando los zigzags ideológicos. Después de una década de navegación visual, Francia necesita una ruta y una brújula, no una veleta que llevaría al naufragio.
Aliarse con la Marina significa hacerse a un lado.
Algunos, sin embargo, juegan con la idea de una alianza con la Agrupación Nacional. Más allá de cálculos electorales simplistas, creen que pueden “razonarlo”, “maniobrarlo”. ¡Ilusión, compromiso, desaparición! No hay nada que esperar de quienes desprecian a la derecha republicana, sus valores y su historia. Aliarse con la Marina significa hacerse a un lado. Es convertirse en sus auxiliares, en su garantía de respetabilidad. ¡El derecho no está a la venta! No existe para servir como trampolín para otros. Debe existir para restaurar Francia.
Luchar contra el RN no significa luchar contra los franceses que votan por él. No son “personas desaparecidas” de la República. Su miedo a la inseguridad no es una fantasía. Su preocupación por la inmigración descontrolada no es el resurgimiento de un pasado oscuro. La ansiedad por la degradación social no es una ficción. Estos franceses no deben dejarse estigmatizar por unos ni engañarse por las falsas promesas de otros. Merecen respeto, verdad, pero sobre todo acción, porque es la impotencia pública la que alimenta su voto.
Hoy sólo una alianza tiene sentido: la que reunirá a nuestra fragmentada familia política. Ex UMP, gaullistas, centristas, miembros de Horizontes, decepcionados por el macronismo: ¡basta de dispersión y relanzamiento de candidaturas! Si salimos desorganizados de las próximas elecciones presidenciales, no volveremos a pasar la primera vuelta. La división es la muerte anunciada. Es ahora, sin demora, cuando debemos construir juntos un proyecto unificador y potente, capaz de hablar a todos los franceses.