Mientras los europeos luchan por evitar ser marginados por Estados Unidos en las negociaciones de paz en Ucrania y descubren cómo seguir apoyando financieramente a Kiev, el viernes 12 de diciembre tomaron una decisión importante que debería ayudarlos a lograrlo. De hecho, registraron la inmovilización, hasta el final de la guerra en Ucrania, de los activos que el banco central ruso había colocado en el Viejo Continente antes del conflicto.
Hasta ahora, como ocurre con otras sanciones contra Moscú, el principio debía renovarse por unanimidad, cada seis meses. Con el riesgo, cada vez, de que la rusófila Hungría, o incluso Eslovaquia, vete y que los 210.000 millones de euros de activos en cuestión vuelvan a las arcas de la institución rusa. Desde la invasión rusa de febrero de 2022, Budapest ciertamente le ha hecho el juego a la Unión Europea (UE), pero, en los últimos meses, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, en campaña previa a las elecciones legislativas de 2026, ha endurecido sus posiciones y ha repetido que ya no quiere ayudar a Ucrania.
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