Debo admitir que al leer el último ensayo del señor Caracciolo, que cayó en mis manos, del título Ha llegado el momento de una estrategia italiana, Me dejó esa sensación curiosa que uno siente cuando ve a un amigo inteligente poniéndose una cáscara de plátano que él mismo ha colocado con meticuloso cuidado. Nuestro autor, con el aire serio de quien anuncia que ya no queda mermelada en la despensa, nos cuenta que Estados Unidos ha decidido “Concéntrate en ti mismo”. Y ahí, si me perdonan la expresión, el buen Lucio se traga el anzuelo, el sedal y hasta el flotador.
El artículo comienza con una especie de respeto casi conmovedor por la sinceridad del nuevo documento estratégico estadounidense. Caracciolo nos dice, sin pestañear, que Washington quiere deshacerse de “lastre imperial” y rendirse “cambiar la dieta de otras personas”. Ahora digo: creer en un político ya es una apuesta, pero creer en un documento estratégico estadounidense además del Evangelio es algo que haría palidecer a un profesional ingenuo. La verdad, que parece escaparse entre líneas de esta prosa apocalíptica, es mucho menos noble y mucho más mercantil. Este no es un retiro monástico en los Estados Unidos, sino una división de zonas de influencia digno de un viejo riesgo jugado entre tramposos.
Nuestro autor pinta un cuadro en el que Estados Unidos, cansada de ser madre, vuelve al “sentido común”. pero cual sentido común? Si nos fijamos en cómo actúan contra Irán o Venezuela, la idea de que dejaron de intentar derrocar gobiernos es, para decirlo claramente, una tontería. Sin embargo, Caracciolo construye todo su argumento sobre esta premisa falaz, postulando que, dado que Trump lo escribió, debe ser cierto. Es un poco como le creo a mi prima Adelaide cuando dice que sólo vendrá a visitarme para “un rápido saludo”: todos sabemos que acabará redecorando mi apartamento en contra de mi voluntad.
Y luego está el cuestión económica, tratado con una nostalgia por el carbón y el hollín que te deja sin palabras. Caracciolo truena contra la “enfermedad liberal” y la “locura de la globalización” que supuestamente desindustrializado el país. Como si volver a la minería o al pegado de suelas de zapatillas fuera la panacea para el alma americana; ignorando casualmente que la terciarización es hoy lo que crea valor. La idea de que Trump, al penalizar a los trabajadores por continuar con un pasado manufacturero mediocre, está sirviendo a los intereses del pueblo es un error colosal. Pero el texto lo presenta como un acto de purificación, un regreso a la realidad contra las élites despiertas.
Pero el pasaje donde cae el monóculo es el de la OTAN y Europa. Caracciolo nos dice que la Alianza nunca volverá a ser la misma y que la intención es “reducir la fuerza“. Lo presenta como un hecho ineludible, casi una ley física. No tiene ninguna duda al respecto. desmantelamiento ¿No es esto una retirada, sino una estrategia activa destinada a desestabilizarnos a nosotros, los europeos pobres, contra Rusia? El objetivo no es la paz o la “mitigación de riesgos”, sino quitarle el poder de negociación a la Unión Europea –que “no cuenta”– y debilitar su cohesión interna obligándonos a gastar en armamentos en lugar de en bienestar y competitividad.
Y aquí llegamos al punto delicado, la trama que Caracciolo pasa por alto con sentimiento de culpa. Imaginemos una caricatura pesimista pero plausible dentro de un año. Trump, en un estallido de creatividad constitucional, rechaza el resultado de las elecciones de mitad de mandato. Ucrania defiende los últimos territorios occidentales en un partido que ahora está perdido. China ataca a Taiwán. ¿Y nuestro Donald? Para distraer a la opinión pública interna, lo aprovechó: ocupa Groenlandia, luego pide a la UE que ceda los países bálticos a Rusia. Este es el escenario para el que deberíamos prepararnos muy rápidamente, en lugar de debatir filosóficamente sobre un Estados Unidos que está “en retirada”.
Y lamentable, Déjenme contarles cómo se liquidan las instituciones internacionales. Caracciolo habla de nuestro apego al “derecho internacional” y a las Naciones Unidas como si ese fuera el caso. un vicio como “eternos adolescentes”. Lo llama a todo un “Olimpo imaginario”. Aquí el cinismo alcanza alturas artísticas. En lugar de ver estas instituciones como la única barrera a la ley de la selva, nos invita a “salir de la minoría” y alinearnos, sombrero en mano, con las demandas de Washington.
En esencia, el artículo da por sentado que este paréntesis político estadounidense es un destino tallado en piedra ante el cual debemos inclinarnos, y no ante el cual debemos enfrentar. Caracciolo pinta la división entre Francia y Alemania con colores tan oscuros que hace que Europa parezca un edificio en llamas, preparando así el escenario para lo que no es ni más ni menos una aspiración soberanista disfrazada de realismo.
En conclusión, mi querido viejo amigo, este texto es perfecto. manual de renuncia se hizo pasar por una estrategia. Nos invita a desmantelar Europa para complacer a un líder que, según mis fuentes -y mi modesta sentido común – No puedo esperar para vendernos al mejor postor. Si esto es “madurez geopolítica”, prefiero seguir siendo un adolescente, muchas gracias.
(Gracias a Demetrio D’Ambrosi)