Paolo Capone, secretario general de la UGL, calificó la huelga general de la CGIL de “política y dañina”. ¿Para qué?
“La huelga es un instrumento legítimo, pero debe utilizarse con responsabilidad, la huelga general debe ser el último recurso. Si se utiliza con frecuencia, su valor se devalúa. En este caso, no veo una demanda proporcionada: antes de la ley de presupuesto hubo una discusión con el gobierno, se aceptaron algunas demandas y, a pesar de los recursos limitados, se implementaron intervenciones con un impacto social significativo. Me refiero a la atención de la salud, la reducción del impuesto sobre la renta para las clases medias, la estabilización de la esquina, las medidas de contratación e inversión, el apoyo a la natalidad. no lo solucionan todo, pero constituyen una respuesta concreta, una huelga así organizada es una acción política más que sindical.
¿Qué intervención le hubiera gustado ver en la maniobra pero cuál falta?
“La participación de los trabajadores en la gestión empresarial debe recibir una financiación significativa. Es una herramienta que puede mejorar la productividad, los ingresos y las relaciones laborales, superando la vieja lógica del conflicto entre capital y trabajo. Esto no es un favor a los trabajadores ni a las empresas: es una inversión en el sistema nacional”.
Propone un “pacto para el futuro”. ¿Puedes explicar lo que quieres decir?
“Un pacto social tiene sentido si involucra a todas las partes: empresarios, sindicatos, gobierno. En los años 1990 funcionó y hoy también podría traer de vuelta a la CGIL. El presupuesto fotografía el presente; un pacto debe perfilar el futuro: industria, energía, industria, apoyo a los más vulnerables, redistribución de la riqueza. Necesitamos un debate global, no contrastes cotidianos.”
¿Qué relación existe hoy con la CISL, a la luz de su propuesta?
“Con la CIOSL hay convergencia en muchos puntos. En Atreju, el secretario Fumarola y yo dijimos casi lo mismo sobre la necesidad de un pacto social. No es un eje contra nadie, sino la conciencia de que para afrontar la transición industrial y energética necesitamos colaboración y no oposición”.
Sin embargo, la CGIL tiene un enfoque más conflictivo que otros sindicatos.
“Lamentablemente, todavía pesa mucho un enfoque ideológico. La lucha de clases era importante hace un siglo, hoy ya no es una herramienta útil. La colaboración es el único camino. Algunos sindicatos han hecho esta evolución, la CGIL obviamente no lo ha hecho”.
¿Cómo hacer que la CGIL vuelva a la mesa cuando pide institucionalizar el referéndum para confirmar los acuerdos?
“La cuestión ya está resuelta por el Estatuto de los Trabajadores: el referéndum se activa si todas las siglas lo exigen. La alteración de este equilibrio sólo alimentaría una protesta como un fin en sí mismo. Cuando se firma un contrato, se asume la responsabilidad de obtener el mejor resultado posible en las condiciones dadas. La CGIL también ha firmado numerosos contratos.
Sin embargo, hoy una sigla elige el maximalismo, las otras tres confederaciones no. Sería interesante saber cuántos trabajadores de la CGIL comparten realmente esta línea. No estoy tan seguro, pero ese es su problema, no el nuestro”.